Los hinchas argentinos ven una luz al final del túnel y están cerca a la posibilidad de volver a las canchas a ver a sus equipos.
El partido empezó hace rato en el estadio Diego Maradona de Argentinos Juniors.
Afuera, dos jóvenes hinchas, uno con la camiseta del equipo local y otro de la selección argentina, corren de un lado a otro en busca de una hendija en el muro para espiar lo que sucede en el campo de juego. Hay peligro de gol, pero ellos no lo saben. Un portón se abre y divisan el verde del césped. Es ahora o nunca, piensan. Un policía de contextura amenazante frustrará su plan.
Victoriano Villamil y Agustín Beldo, fieles al equipo donde surgió Maradona en los 70, pretendían vulnerar la prohibición de ingreso de público a los estadios que rige en Argentina desde hace 20 meses por la pandemia de coronavirus.
“Se extraña todo, gritar un gol, p… (insultar) a los jugadores rivales”, dijo Villamil. “Pensábamos que por ser un día de semana estaría más tranquilo, menos seguridad y capaz podíamos entrar a la cancha”, admitió Beldo frente al estadio situado en el barrio de la Paternal de Buenos Aires.
Reconocidos en el mundo entero por su fervoroso fanatismo y fidelidad, los hinchas argentinos sufren por esta restricción sanitaria que los obliga a seguir a sus equipos por televisión y también ha dañado las economías de los clubes locales.
Con 5,1 millones de contagiados y más de 110.000 muertos en el país sudamericano, el gobierno de Alberto Fernández recién anunció la semana pasada que permitirá ingreso de hinchas con aforo del 30% cuando la selección nacional reciba a Bolivia el 9 de septiembre en el estadio Monumental de Buenos Aires por las eliminatorias de la Copa Mundial.
Será apenas una prueba para evaluar si es seguro el retorno del público a espectáculos masivos, justo en momentos en que se registra una caída de los contagios, hospitalizaciones y decesos mientras avanza la vacunación.
“No es solamente para el fútbol, es ampliar al resto de los deportes”, dijo la ministra de Salud Carla Vizzotti. “Esperemos nos vaya bien en este piloto y que la situación epidemiológica lo siga permitiendo”.
Entre las potencias del fútbol, la liga de Argentina es la única que todavía se juega con tribunas sin público. Incluso en Sudamérica, Brasil, Uruguay, Chile y Colombia, entre otros, ya levantaron la veda.
Una postal que describe el impacto de la pandemia en el fútbol argentino son las tribunas vacías del estadio la Bombonera de Boca Juniors, el club con más socios del país. Las gradas están ahora cubiertas por inmensas banderas azules y amarillas con mensajes de todo tipo. Durante el partido, los cánticos de los hinchas se reproducen en parlantes, pero no logran el mismo efecto intimidatorio de “La 12”, como se le conoce a la parcialidad boquense porque se considera un jugador más.
Los fanáticos argentinos que van a la cancha no se lo toman como un pasatiempo. Así como los futbolistas se preparan antes de jugar, un grupo de hinchas de Lanús autodenominados “Los mismos de siempre” tenían por costumbre encontrarse y compartir carne asada a la parrilla y beber en la previa de cada partido. Tenían su sector fijo en el estadio la Fortaleza y era mandato alentar durante todo el partido hasta quedarse afónicos.
“(La hinchada argentina) es la más pasional, la más ingeniosa, hace locuras por ir a ver un partido”, aseguró Lautaro Mazza, líder del grupo. “He faltado a cumpleaños de mis hijas, de mi mamá. Yo les digo: ’Te veo todos los días, pero este partido no lo voy a poder ver nunca más
En pandemia, “Los mismos de siempre” se juntan y siguen a Lanús a través de un televisor de un kiosko frente a la cancha. La liga se transmite por sistema “pague por ver” del cable a un costo de 1.000 pesos (equivalente a unos 9 dólares) y no todos pueden costearlo.
El coronavirus impactó duramente en las arcas de los clubes, no sólo por la imposibilidad de vender entradas cada fin de semana sino porque muchos socios — un promedio de 40% — que pagaban regularmente su cuota se dieron de baja.
Con el permiso del club Temperley — de la segunda división — un grupo de hinchas ingresan al estadio varias horas antes de un partido, colocan las banderas en el mismo sector que solían ocupar antes de la pandemia y se retiran. Recién después del encuentro podrán recogerlas.
“Significa un sentimiento de pertenencia. Las banderas representan a los barrios, la historia y la presencialidad”, apuntó Hugo Avoy, abogado de 43 años, mientras cuelga la suya con la inscripción “Barrio Moderno”.
Todavía el gobierno no definió los requisitos para el regreso de los hinchas el 9 de septiembre. Muchos de ellos rechazan de antemano que se les exija una prueba de diagnóstico por su elevado costo (equivalente a unos 48 dólares) mientras el carnet de vacunación no parece una alternativa viable dado que apenas el 30% de la población tiene las dos dosis.
“Si hay gol no tener demasiado contacto”, pidió la ministra de Salud.
Una vez que el gobierno levante la prohibición, los clubes definirán quiénes podrán ingresar a la cancha, lo cual seguramente detonará una puja entre ‘barrabravas’, socios e hinchas por el acceso.
“Cada club tiene que adoptar un criterio salvo que haya una baja de línea distinta del gobierno. En Lanús únicamente van a ingresar los socios”, adelantó su presidente Nicolás Russo. “Entrarán mitad un partido y mitad el otro”.
La Liga Profesional de Fútbol — que tiene a su cargo la organización de la liga— evalúa pedir una aplicación móvil con información sanitaria y otra en la que figuran antecedentes penales o prohibición de ingreso a espectáculos deportivos.
“Se extraña muchísimo el fútbol y queremos volver a la cancha, pero que no sea sólo para los privilegiados o conocidos, queremos que los verdaderos socios podamos alentar a nuestro equipo como tiene que ser”, pidió Mery Vernaza, una fanática de Boca que seguía por la televisión de un bar el clásico ante Racing Club que se jugaba a pocas cuadras. “El jugador número 12 somos nosotros”.