Actualizado 19:10
Redacción Teleamazonas.com |
La avalancha que se registró en el volcán Cotopaxi el pasado domingo 16 de marzo del 2025 dejó ocho personas heridas, tres de ellas con lesiones fuertes. Los guías de montaña que estuvieron en el lugar narraron sus testimonios en redes sociales.
La avalancha ocurrió pasadas las 05:30, cuentan los guías de montaña, cuando ya había distintas cordadas intentando hacer cima en el Cotopaxi. Las personas afectadas fueron rescatadas por los mismos compañeros y ya en el refugio tuvieron apoyo de organismos de socorro.
Francisco Cobo, Lenin Alba y Pablo Falconí contaron en sus perfiles de Facebook los momentos de horror que pasaron durante la avalancha y cómo fue el posterior rescate. Además, dejaron recomendaciones para las personas que visitan la montaña, con el fin de evitar daños mayores.
Los tres coinciden en que el clima ese día “no estuvo tan malo” y aunque hubo vientos, no llovía, lo que les permitió llegar hasta Yana Sacha. En esa zona tomarían un pequeño descanso para después alcanzar la cima del volcán Cotopaxi.
Francisco Cobo: ‘Mientras me arrastraba sentía el peso de la nieve que me sepultaba’
“Luego de un pequeño descanso para empezar el último y más empinado tramo hacia la cumbre, iniciamos el último esfuerzo, eran ya las 05.30 de la madrugada, seguía golpeándonos un viento algo fuerte con escarcha, pero nada del otro mundo. Pero si se veía ya una buena acumulación de nieve a eso de los 5.800 msnm.
Delante de todos, había un grupo que subía como que se tratara de una carrera y para cruzar esa acumulación de nieve. Lenin nuestro líder de equipo le dijo que no cruce en diagonal sino que le pase directo para que no pise la parte expuesta, a lo que prepotentemente le dijo: “por qué no abres la ruta vos”. Cruzaron en diagonal, y se escuchó un gran estruendo, rompieron la placa y supe que se venía lo que todos más tememos: una avalancha!
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Solo pude oír el sonido de la avalancha y ver una ola blanca que venía hacia mi arrastrando a mis otros compañeros. Ese momento si me aterré pero solo me paré a hacerle frente porque no había escapatoria, sentí como me lanzó, y mientras me arrastraba y ganaba velocidad sentía el peso de toda esa nieve que me sepultaba, aplastaba y no me permitía respirar, sentí que ahí era mi final, y pensé “al menos es en mí Cotopaxi”.
Creería que se enredaron las cuerdas de varias cordadas que nos frenó, y el material de nieve siguió su cauce dejándonos semicolgados y semienterrados, pude sacar mi cabeza y respirar.
Chicos jóvenes como Paúl, Kevin, Joffre, Edison empezaron a socorrernos y ayudarnos a salir, más no estaban las cordadas lideradas por Lenin y Helen, en esa desolación los llamábamos y no había respuesta. Sentí lo peor. Los creí muertos. En ese momento solo pensé en salir de esa área y poner a salvo a las chicas que iban en mi cordada. En medio de un terreno destruido, con la nieve hasta las rodillas y una neblina espesa provocada por la misma avalancha, pudimos bajar y llegar a Yana Sacha. No teníamos señales de nuestros amigos!
Amaneció, mientras otros grupos festejaban haber salidos ilesos de una avalancha que ni les golpeó, pudimos hacer contacto finalmente con Lenin, la avalancha les arrastró 400 metros abajo. Helen estaba herida, mi querida amiga Vane lastimada, había un fracturado y a otra cordada que iba adelante los había arrastrado 100 metros más abajo, esa persona estaba delicada.
Kevin, Paul, Joffre y Edison fueron a ayudar mientras nosotros agrupamos las cordadas y bajamos al refugio. Al llegar al Refugio ya estaban llegando los Bomberos el GOE y GIR que junto con los chicos que fueron a ayudar fueron los verdaderos héroes.
Lenin bajó por sus propios medios con costillas fracturadas… estuvo con los compañeros heridos que no podían movilizarse hasta que lleguen los BOMBEROS y el GOE, y se quedó hasta el final cuando todos hayan bajado. ¡Nunca abandonó a su equipo!»
Lenin Alba: ‘El Cotopaxi nos perdonó la vida’
«¿Cómo narrar algo que por poco se convierte en silencio eterno? ¿Existen palabras para describir el cruento horror que se siente al ver de cara a la muerte? ¿Cómo poder expresar lo vulnerable que uno está a merced de la furia de la naturaleza? Es imposible.
Después de una travesía con un clima invernal, logramos llegar a Yanasacha, congelados, como muchas veces lo habíamos hecho. Eran las 5:19 de la mañana de modo que estábamos a una excelente hora y estaba previsto llegar a la cumbre al amanecer. Aquí regularmente se descansa y se toman fuerzas para el ataque final de cumbre. Sólo pudimos permanecer unos pocos minutos en esta zona debido al intenso frío.
En el camino me había encontrado con varios amigos, algunos de ellos guías que estimo mucho como Pablo y Franklin que subían con sus clientes. Nos dimos un abrazo en la travesía y continuamos no muy distantes. Habían varias cordadas adelante de nosotros ya dirigiéndose hacia la cumbre, estimo unas cinco, dentro estas cordadas de vanguardia estaba Helen, la primera cordada de nuestro grupo, que subía a un excelente ritmo.
Avanzamos atrás de ellos con mi cordada y logramos arribar sin ningún inconveniente a los 5800 metros aproximadamente a las 5:40. Las cordadas estaban detenidas ya que había acumulación de nieve. Le indiqué a Helen que mantenga su posición que era justamente ingresando a la travesía lateral hasta poder evaluar, ya que es una zona bastante expuesta.
La cordada de Pablo estaba unos metros adelante y el resto de cordadas unos metros hacia arriba, me llamó mucho la atención y me preocupó que estaba abierta la ruta completamente lateral a pesar de la acumulación de nieve y las condiciones eran apenas aceptables. Me acerqué a Pablo y ya había realizado un perfil de nieve, estábamos en una zona con riesgo de avalancha definitivamente.
En ese momento observo a la persona que abría ruta que empieza a realizar una travesía lateral a lo que inmediatamente le digo que sí va a abrir ruta en estas condiciones lo debe hacer directamente hacia arriba, a lo que me respondió: entonces ven a abrir vos. Le pregunté a Pablo que quien era esa persona y me dijo: no tengo idea, ahí mi preocupación aumentó, quise dar un paso y cuando intenté apoyar mi bastón se hundió totalmente, incluso con parte de mi brazo.
No caí en desesperación pero la angustia me abordó y tome la decisión de bajar, giré con cautela para indicar a mi cordada que regresen con mucho cuidado sobre sus pasos, logré ver a Franklin llegar a esta zona e ingresar a la travesía por la parte superior de Helen y fue todo: toda la ladera colapsó. En una fracción de segundo nos encontrábamos luchando por nuestras vidas. La avalancha nos arrastraba inmisericordemente, fueron los minutos más interminables de mi vida. Oscuridad, golpes, asfixia, una de mis más temidas pesadillas se hacía realidad, estábamos enfrentando a la muerte que podía venir de varias formas dentro de esta monstruosa marea de nieve que nos aplastaba y nos estrellaba contra la montaña.
Dos veces sentí el vacío de una caída libre de unos diez metros, no sabía si era un abismo o una grieta, en cualquiera de los dos casos aguardaba una muerte horrible. Afortunadamente no hubo grietas en nuestro estrepitoso descenso, pero si desniveles fuertes que nos estrellaban cada vez más fuerte contra el piso. En la caída más alta sentí claramente cómo se me fracturaron varias costillas, pero lo más desesperante era el no poder respirar.
La nieve en los ojos, en la nariz, en la boca, estuve a punto de perder el conocimiento por asfixia, sólo venía a mi mente mi esposa, mis hijos, mi madre, mis hermanas, y todo el dolor que esto les causaría: qué modo tan horrible de morir, pensé casi en el ahogo total, y súbitamente logré sacar un brazo y la cabeza. Tosiendo la nieve que me obstruía las vías respiratorias con lo que considero era mi último aliento logré respirar nuevamente, logré posicionarme mirando hacia la montaña y visualicé a varias personas que estaban siendo arrastradas.
Y el terror aún no terminaba, una segunda ola de nieve se aproximaba a mayor velocidad sobre la primera ola que nos tenía atrapados, completamente vulnerable y sin absolutamente nada que pudiera hacer, sólo veía aproximarse el nefasto destino, pero de la nada la avalancha bajó su velocidad y todo se quedó inmóvil y en un silencio absoluto, como si el tiempo se hubiese detenido para que en ese indescriptible momento atemporal comprendamos que la montaña nos había perdonado la vida”.
Pablo Falconí: ‘vivos de milagro’
“Aproximadamente era las 5:40 am. Llegando a 5750 metros hice un perfil de nieve y alerté de una placa de tormenta a mi colega Cristian que iba a pocos metros más arriba. Hizo otro test donde se encontraba y confirmó que está peligroso, tenemos que bajar decíamos. Él iba 2do, y poco más arriba iba un grupo de montañistas libres que se les dijo que no sigan subiendo porque está peligroso.
Cristian les repitió varias veces que no sigan y no hicieron caso, seguían avanzando, nadando en la nieve. Me di la vuelta y alerte a la gente que venía atrás que no sigan subiendo para no hacer más peso al terreno empinado dónde estábamos. Repetí varias ocasiones que esperen y no suban más, tampoco hicieron caso. Pese a la advertencia, dos colegas pasaron más abajo mío abriendo otra huella con sus clientes y atrás de ellos tres cordadas más de montañistas libres, haciendo más y más peso, y atrás seguían subiendo.
Le explicaba a mi cliente que debemos bajar, a lo que no se negó (como otras personas que piensan que pagan por ir a la cumbre, esté como esté la montaña) y en cuestión de segundos se detonó la avalancha, había demasiada gente en un terreno empinado y con acumulación de nieve.
Fue muy denso. Desde 5750 metros fui a parar en 5500metros. Solo sentía que rodaba totalmente descontrolado, a ratos me ahogaba en la nieve y de pronto sentía el vacío, caía, seguía rodando, otra vez el vacío, y así, esto no paraba. Pensaba que caería en una grieta o a un abismo, no lo sé. En mi mente solo mi madre, mi abuelo, mi familia… la verdad sufrí por ellos, por no volver a verles.
Antes que se detenga la avalancha, trataba como de nadar, logré salir y mover rápidamente las extremidades para no quedar atrapado. De milagro no tuve nada grave, más que golpes por todo el cuerpo y una pequeña herida. Al instante me levanté, solo, en un terreno desconocido, sin piolet, bastones, guantes, ni frontal. Y lo peor, vi mi cuerda cortada (como sucedió en la avalancha del Chimborazo), entré en pánico por mi cliente, gritaba su nombre y no había respuesta. La verdad pensé lo peor.
Prendí la radio y avisé de la situación a otros guías quienes enseguida bajaron a ayudar. Martin Conde me habló por la radio y nos ayudó a coordinar las tareas con todas las instituciones pertinentes junto a Gabriel Conde. Más arriba mis colegas igual complicados con sus clientes que sí lograron frenar, por suerte se quedaron arriba de donde empezó la avalancha.
Cristian fue también arrastrado un poco más abajo y su cliente quedó colgando de unos seracs, pero logró ayudarle y salieron todos ellos bien de esta situación, decidieron que Sergio baje a todos los clientes mientras Willy y Cristian me buscaban en un terreno peligroso.
Mientras tanto yo más abajo seguía buscando y no encontraba a mi cliente. Al poco tiempo escuché gritos de auxilio y vi a unos 100metros más abajo unas luces. Después de un momento en shock, coloque un anclaje y baje rapelando una sección empinada ya que temía que hayan grietas. No tenía claro el terreno que me rodeaba, buscaba a mi cliente pero nada.
Recupere el anclaje y al bajar encontré a dos cordadas de montañistas libres, entre ellos mi cliente. Mientras bajaba donde ellos, en el camino encontré una bota con crampón que era de una de las chicas heridas. Llegué y vi una situación muy fea, una chica con problemas en su cadera, otra en las costillas, todos golpeados, aturdidos. Luego reconocí a Lenin, ayudando a la gente, y tratamos de ver qué hacer.
Me dijeron que más abajo había dos personas más, no sabíamos quiénes eran y tampoco se les podía ver, se trataba de mi colega Franklin con su cliente, quienes al momento de la avalancha se encontraban más abajo de los otros grupos involucrados.
A lo lejos divisamos alguien que se acercaba, era un guía, suco Garcés, con quién estábamos en contacto por radio, y fue directamente abajo donde Franklin que tenía un cuadro más grave que el resto de heridos, gritaba del dolor, fue desesperante. Venían atrás tres guías más y un grupo de montañistas para ayudar…el resto, de tanta gente que había no quedó uno.
Mientras bajábamos, Lenin me pidió quele lleve a una chica herida. Vanessa, tenía una lesión en el brazo izquierdo y la ropa ensangrentada, sin dudar la encordé junto con mi cliente, y la mejor opción era tratar de volver a la ruta normal, pese a sus dudas fue la mejor decisión, volver por el camino que hizo el suco hasta empatar a 5400m de la ruta normal.
Caminando ya con dificultad por los golpes logramos lentamente salir del Glaciar con seguridad y llegar al refugio donde ya estaban equipos de rescate».
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