Sector salud de Myanmar se niega a colaborar con golpistas

Trabajadores del sector de la salud en Myanmar iniciaron el miércoles una movilización de desobediencia civil contra el golpe de Estado.

Con cintas rojas en la ropa y la declaración de que no trabajarán para el nuevo gobierno militar que tomó el poder el lunes.

El golpe de Estado que derrocó al gobierno civil de Aung San Suu Kyi bajo acusaciones de fraude electoral se produce en el peor momento para un país que enfrenta un aumento constante de casos de COVID-19 y un sistema de salud gravemente deficiente.

El sector salud

“Queremos demostrarle al mundo que nos oponemos de plano a la dictadura militar y queremos el regreso de nuestro gobierno electo y nuestra líder”, dijo la doctora Zun Ei Phyu, residente de Yangon, la capital comercial y ciudad más grande del país.

“Queremos demostrar que seguiremos solamente a nuestro gobierno electo, no a los militares”.

Empleados de los hospitales y centros de salud del gobierno emitieron una declaración contra el golpe.

Publicaron fotos en redes sociales de trabajadores con cintas rojas sujetas a la ropa.

Otros hacían el saludo con tres dedos que se ha convertido en símbolo de la lucha por la democracia en la vecina Tailandia.

Ahí los militares dieron un golpe de Estado hace seis años y conservan su influencia.

Huelga y desobediencia civil

Parte del personal se declaró en huelga y los que siguieron trabajando en las clínicas del gobierno expresaron públicamente su oposición al régimen militar.

Algunos de los huelguistas han empezado a trabajar como voluntarios en clínicas de salud gratuitas, muchas de las cuales habían cerrado como precaución ante el aumento de casos de COVID-19.

Las que permanecen abiertas han extendido sus horarios para atender a la gente durante la protesta, dijo Zun Ei Phyu.

“Brindamos tratamiento y medicamentos gratuitos a quienes los necesiten”, dijo y añadió que las clínicas suelen funcionar con donaciones de ONGs y comunidades locales.

La respuesta inicial de Myanmar a la pandemia fue similar a la de muchos países: fronteras cerradas, largas cuarentenas a los viajeros y órdenes de permanecer en casa.

La estrategia aparentemente funcionó hasta principios de septiembre, cuando el contagio estalló de menos de 1.000 casos a 14.300 en un mes.

Ahora, con más de 140.600 casos confirmados y 3.100 muertes, el frágil sistema de salud del país enfrenta la combinación letal de la pandemia y el golpe militar.

AP