Rey Carlos III enfrenta sus primeros problemas de imagen

La presión a la que está sometido el rey Carlos III ha comenzado a pasarle factura en algunos actos públicos. Se lo ha visto irritado por pequeños detalles del protocolo.

Las redes sociales arden con un vídeo en que el monarca, de 73 años, pierde la paciencia cuando está firmando el libro de visitas del castillo de Hillsborough. «Por Dios, odio esta pluma» dijo en la sede oficial del Gobierno de Irlanda del Norte tras mancharse la mano de tinta.

El monarca se levanta de la mesa y, visiblemente airado, continúa expresando su frustración. «¡No puedo soportar esta maldita cosa! (…) ¡Lo hacen cada vez!», se queja mientras se limpia con un pañuelo.

El enfado del rey Carlos III empezó unos segundos antes, cuando se da cuenta de que ha firmado con una fecha equivocada. Exasperado, el monarca abandona la sala sin esperar a Camila, reina consorte, que todavía debe estampar su rúbrica en el documento.

LA PERSONALIDAD DEL REY BAJO LA LUPA

Este no es el primer contratiempo que sufre Carlos III con objetos de papelería en los primeros seis días de su reinado. En la ceremonia en la que se le proclamó oficialmente soberano, el primogénito de Isabel II perdió el temple con un tintero mal colocado.

Su impaciente gesto para que un ayudante desplazara con presteza el objeto que le impedía firmar con comodidad dio también la vuelta al mundo. Ahí se dispararon las primeras especulaciones sobre la personalidad del nuevo rey.

También está siendo sometida al escrutinio de los medios británicos su decisión de despedir a un centenar de empleados.

Decenas de empleados de Carlos III, despedidos tras convertirse en rey

Han resultado inevitables las comparaciones con su madre, Isabel II. Durante siete décadas en el trono la reina mantuvo la imagen de una soberana discreta, diplomática y ajena a polémicas personales.

Su primogénito, en cambio, ha protagonizado durante su etapa como príncipe de Gales numerosas controversias.

Las especulaciones sobre algunas de sus injerencias se confirmaron en 2015, cuando el Tribunal Supremo ordenó hacer públicos una serie de documentos, bautizados por la prensa como las cartas de la «araña negra», que el ahora rey envió durante años a ministros y altos cargos del Gobierno para presionar en favor de ciertos intereses políticos.

El entonces heredero al trono abandonaba en esos textos la tradicional neutralidad de la monarquía y expresaba sus preocupaciones en varis asuntos. Mencionó temas agrícolas, modificación genética, calentamiento global, cuestiones sociales, planificación urbana y arquitectura.

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