Dos décadas después Rafael Nadal cierra el círculo. El adolescente que se presentó al mundo en la final de la Davis ganada por España a Estados Unidos en Sevilla en 2004 se despedirá en el mismo torneo, a los 38 años.
El mallorquín anunció este jueves 10 de octubre del 2024 su retirada tras haber conseguido 22 títulos de Grand Slam; 14 en la tierra parisina (2005-2008, 2010-2014, 2017-2020 y 2022), dos en la hierba de Wimbledon (2008 y 2020), dos en Australia (2009 y 2022, en duro) y cuatro US Open (2010, 2013, 2017 y 2019).
Nadal, que saldó su última participación en Roland Garros este año con una eliminación en primera ronda ante Alexander Zverev, no llegará a la previsión que hizo su compatriota Nicolás Almagro cuando se enfrentó en octavos de 2008.
Desesperado ante la paliza que estaba recibiendo (el partido acabó 6-1, 6-1 y 6-1), el que llegó a ser N.9 del ranking soltó a su banquillo: «¡Va a ganar 40 Roland Garros! ¡Va a tener 65 años y va a seguir ganando Roland Garros!».
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Pero los números de Nadal en París le han convertido en inmortal en Roland Garros, donde tiene una estatua en su entrada: 112 victorias en 117 partidos disputados y 14 títulos.
Y fuera de la arcilla y de los Grand Slam, la carrera de Nadal es también legendaria: 92 torneos ATP, N.1 mundial durante 209 semanas (el sexto en la clasificación histórica), cinco Copas Davis, doble campeón olímpico (en individuales y en dobles)…
Nadal, una bestia de combate
Hijo de una comerciante y de un empresario de Manacor, la tercera ciudad de Mallorca, isla a la que lleva unido toda su vida, Nadal pasó toda su infancia en el inmueble donde se alojaba toda la familia. Más bien un clan por lo unido que están todos sus miembros. Por ello la separación de sus padres en 2009 fue un duro golpe para el entonces veinteañero.
Dos de sus tíos tuvieron una importancia capital en la formación del tenista: Miguel Ángel Nadal, futbolista del FC Barcelona en los años 1990, que le hizo ser consciente desde pequeño de las exigencias del deporte profesional, y sobre todo Toni, su mentor desde los 4 años y hasta 2018, cuando su compatriota Carlos Moyà, ex N.1 mundial, pasó a entrenarle.
Bajo la tutela de Toni, el entrenador «más severo que uno pueda imaginar», el joven prodigio comenzó a jugar en el club de tenis enfrente de la residencia familiar. «Me metía una gran presión, utilizaba un lenguaje brutal, a menudo gritaba; tenía miedo de él», llegó a explicar el campeón.
Según Toni, era el precio a pagar para transformar a un niño más bien tímido y temeroso en una bestia de combate en la pista. Pero a la vez en un auténtico caballero. Además de sus títulos, Nadal puede estar orgulloso de ser uno de los pocos tenistas, sino el único, en no haber roto nunca su raqueta en un gesto de rabia.
Un hombre normal
Menos dotado técnicamente que Federer, pese a que no hay que subestimar la habilidad que tiene con su zurda, que solo la utiliza para jugar al tenis, ya que es diestro, la clave del éxito de Nadal está sobre todo en su mentalidad. En esa «capacidad de aceptar las dificultades y superarlas, mucho mayor que en la mayoría de los rivales», admite el propio tenista.
Su mayor enemigo fue su cuerpo. En 2006, cuando iniciaba su carrera como profesional, pensó que tendría que dejar el tenis cuando le diagnosticaron el síndrome de Müller-Weiss. Se trata de una malformación congénita en un hueso de su pie izquierdo, que le ha obligado a jugar con unas plantillas especiales y calzado personalizado. Sin embargo, el dolor no ha desaparecido con el paso de los años.
Casi tantas lesiones como trofeos
Su lista de lesiones es casi tan larga como la de sus éxitos y sus problemas en las rodillas y en una muñeca le apartaron del circuito durante largos periodos, acompañándole hasta el final.
Tras su exitoso 2022, dedicó 2023 para regenerar su cuerpo. Volvió a principios de esta temporada, pero sin lograr la continuidad deseada. En París-2024, en su ‘casa’ de Roland Garros, no alcanzó la medalla en dobles junto a Carlos Alcaraz y en individuales le eliminó su otro ‘mejor enemigo’ Djokovic, que luego ganaría el oro.
Este deportista inmensamente rico (más de 128 millones de dólares en premios, sin contar sus ingresos publicitarios y patrocinadores) y famoso en todo el mundo, se presenta como un tipo normal, cuya mayor afición es salir de pesca con sus amigos de toda la vida.
Entre sus aficiones también está ver partidos de fútbol (es fiel seguidor del Real Madrid) y pasar tiempo con su esposa Mery, una mallorquina con la que forma pareja desde 2005 y con la que tiene al pequeño Rafa, su mayor estímulo en su última etapa en las pistas.
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