¿Quiénes están más expuestos?
La mortalidad aumenta netamente con la edad y el hecho de padecer una enfermedad crónica (insuficiencia respiratoria, patología cardíaca, cáncer, antecedentes de AVC…) es un factor de riesgo.
Según un amplio análisis publicado el 24 de febrero por investigadores chinos en la revista médica estadounidense Jama, de casi 45.000 casos confirmados, la tasa media de mortalidad fue de 2,3%, con ningún deceso entre menores de 10 años.
Hasta 39 años, la tasa es muy baja, de 0,2%. Aumenta hasta 0,4% entre los cuadragenarios, 1,3% entre los 50-59 años, 3,6% entre los 60-69 años y 8% entre los 70-79 años.
Las personas mayores de 80 años son las más expuestas con una tasa de mortalidad de 14,8%.
En Italia, actualmente el país con mayores decesos en el mundo, la media de edad de los fallecidos es de 79,5 años, según su Instituto Superior de Salud (ISS).
De una muestra de 2.003 muertos, 707 se hallaban en la franja de edad 70-79 años, 852 entre 80-89 años y 198 tenían más de 90 años, según un comunicado del ISS.
«17 personas positivas al COVID-19 menores de 50 años murieron. Cinco de ellas tenía menos de 40, todas del sexo masculino, con una edad comprendida entre 31 y 39 años y con graves patologías precedentes».
El Instituto registró la decena de patologías más corrientes entre los fallecidos, como la hipertensión, la diabetes y la cardiopatía isquémica. El 48,5% de los muertos sufrían tres o más de estas patologías y 25,6% padecía dos de ellas.
Únicamente 0,8% de los fallecidos, tres en total, no tenían ninguna patología.
¿Cuántas personas pueden morir?
Según el estudio del 24 de febrero, la enfermedad es benigna en 80,9% de los casos, «grave» en 13,8% y crítica en 4,7%.
Del total del número de casos confirmados en el mundo, el COVID-19 mató a alrededor de 4% de los enfermos, con disparidades entre países. La última cifra oficial de muertos es de más de 11.000.
En cambio, de los 255.000 casos registrados en el mundo, casi un tercio ya se curó, según la Universidad Johns Hopkins, de Estados Unidos.
La tasa de mortalidad es no obstante poco fiable, ya que se ignora el número de personas realmente infectadas. Puesto que muchos pacientes apenas tienen síntomas o son asintomáticos, el número de contagiados es probablemente muy superior al detectado y por lo tanto la tasa es seguramente más baja.
Si se tiene en cuenta una estimación que incluye los casos no detectados, «la tasa de mortalidad se sitúa en torno al 1%», explicó Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos.
Pero la peligrosidad de una enfermedad no solo depende de su letalidad, sino también de su facultad de expansión.
Incluso con una tasa de mortalidad de 1%, «esta cifra puede ser consecuente si 30 o 60% de una población se contagia», subraya Simon Cauchemez, del Instituto Pasteur de París.
El otro factor que puede agravar la mortalidad vinculada con el COVID-19 es la saturación de hospitales debido a un flujo masivo de casos, como sucedió en Italia. Esto complica la asistencia a los enfermos del COVID-19, pero también a los demás.
¿Cómo se transmite? ¿Cuáles son los síntomas?
El coronavirus se transmite esencialmente por vía respiratoria y contacto físico.
La primera se da mediante las gotitas de saliva expulsadas por el enfermo, por ejemplo cuando tose. Por eso las autoridades sanitarias recomiendan mantener una distancia interpersonal de al menos un metro.
Además, cuando tocamos superficies contaminadas, el riesgo es llevarse las manos a la cara y contaminarse mediante la boca, la nariz y los ojos.
Un estudio publicado por la revista estadounidense NEJM muestra que el nuevo coronavirus es detectable hasta dos o tres días sobre superficies de plástico y acero inoxidable, y hasta 24 horas sobre cartón.
Sin embargo, estas duraciones son teóricas, puesto que se registran en condiciones experimentales.
«El hecho de que sobreviva un poco de virus no significa que sea suficiente para contagiar a una persona que toque una superficie en cuestión. Al cabo de pocas horas, la gran parte del virus muere y probablemente no es contagioso», subrayan las autoridades sanitarias francesas en el sitio oficial gouvernement.fr.
Los síntomas más habituales «comprenden problemas respiratorios, fiebre y tos», según la OMS. Cada uno de estos síntomas puede estar más o menos presentes según los casos.
«En los casos más graves, la infección puede provocar una neumonía, un síndrome respiratorio agudo severo, una insuficiencia renal e incluso la muerte», según la OMS.
¿Cuáles son las diferencias con la gripe?
Pese a compartir síntomas como la fiebre y la tos, el coronavirus no es como una «simple» gripe.
Primeramente, parece más letal, puesto que la gripe tiene «una mortalidad de 0,1% y esta enfermedad es 10 veces más mortal», según Fauci. La OMS estima que la gripe se cobra cada año entre 290.000 y 650.000 muertos en el mundo.
Además, los expertos temen que las formas graves de COVID-19 puedan afectar a una mayor parte de la población que la gripe.
El COVID-19 «no es una simple gripe, puede manifestarse gravemente en personas no tan mayores», subraya el número dos del ministerio francés de Sanidad, Jérôme Salomon.
Según un estudio chino –sobre un número reducido de pacientes, de 1.099– 41% de los casos graves tenían entre 15 y 49 años y 31% entre 50 y 64 años (frente a 0,6% para los menores de 14 años y 27% para los mayores de 65 años).
Además, a diferencia de la gripe, «no estamos protegidos» contra el COVID-19, recuerda Salomon: «No hay vacunas, no hay tratamiento» y el hombre no está naturalmente inmunizado contra este nuevo virus.
Los virus de la gripe y del COVID-19 sí tienen en común que su propagación se combate de la misma forma a nivel individual.
Es lo que se denomina las medidas barrera: evitar estrecharse la mano, besarse, lavarse las manos con frecuencia, toser y estornudar en el hueco del codo o en un pañuelo desechable, llevar una mascarilla cuando se está enfermo.