Meses después de que el Estado Islámico declarara un califato en Irak y Siria en 2014, los combatientes separatistas de los talibanes paquistaníes se unieron a los militantes en Afganistán para formar un capítulo regional, prometiendo lealtad al líder del Estado Islámico Abu Bakr al-Baghdadi.
El grupo fue reconocido formalmente por el liderazgo del Estado Islámico central el próximo año cuando echó raíces en el noreste de Afganistán, particularmente en las provincias de Kunar, Nangarhar y Nuristán.
También logró establecer celdas durmientes en otras partes de Pakistán y Afganistán, incluido Kabul, según los monitores de las Naciones Unidas.
Las últimas estimaciones de su fuerza varían desde varios miles de combatientes activos hasta tan solo 500, según un informe del Consejo de Seguridad de la ONU publicado el mes pasado.
«Khorasan» es un nombre histórico para la región, que abarca partes de lo que hoy es Pakistán, Irán, Afganistán y Asia Central.
¿Qué tipo de ataques ha realizado?
El capítulo Afganistán-Pakistán del Estado Islámico ha sido responsable de algunos de los ataques más mortíferos de los últimos años.
Ha masacrado a civiles en ambos países, en mezquitas, santuarios, plazas públicas e incluso hospitales.
El grupo ha apuntado especialmente a musulmanes de sectas que considera heréticas, incluidos los chiítas.
El año pasado, se le culpó de un ataque que conmocionó al mundo: hombres armados provocaron un alboroto sangriento en una sala de maternidad en un vecindario predominantemente chií de Kabul, matando a 16 madres y futuras madres.
Más allá de los bombardeos y las masacres, IS-Khorasan no ha logrado controlar ningún territorio en la región, sufriendo enormes pérdidas debido a las operaciones militares dirigidas por los talibanes y los Estados Unidos.
Según las evaluaciones militares de la ONU y de los EE. UU., después de la fase de fuertes derrotas, IS-Khorasan ahora opera principalmente a través de células encubiertas basadas en ciudades o cerca de ellas para llevar a cabo ataques de alto perfil.
Si bien ambos grupos son activistas islamistas sunitas de línea dura, no hay amor entre ellos.
Han diferido en las minucias de la religión y la estrategia, mientras afirman ser los verdaderos abanderados de la jihad.
Esa pelea ha llevado a sangrientos combates entre los dos, y los talibanes salieron en gran parte victoriosos después de 2019 cuando IS-Khorasan no logró asegurar el territorio como lo hizo su grupo principal en el Medio Oriente.
En una señal de enemistad entre los dos grupos yihadistas, las declaraciones del EI se han referido a los talibanes como apóstatas.
¿Cuál es el riesgo actualmente?
Aun cuando Estados Unidos tenía soldados, aeronaves y drones en Afganistán, el EI seguía perpetrando ataques incluso al tiempo que sufría cuantiosas bajas, destacan Amira Jadoon y Andrew Mines en un reporte del Centro de Combate al Terrorismo afiliado con la academia militar de West Point.
La retirada priva a Estados Unidos de la capacidad de atacar en el terreno en Afganistán, y podría socavar su habilidad para monitorear al EI. Expertos en Washington, sin embargo, señalan que el EI es apenas una de muchas amenazas terroristas a nivel mundial e insisten en que pueden manejarla a distancia con recursos militares y de inteligencia basados en países árabes del Golfo Pérsico, en portaaviones y en otras localidades.
Uno de los mayores temores de Estados Unidos es que Afganistán, teniendo a los talibanes otra vez en el poder, se convierta nuevamente en una base desde donde grupos terroristas pueden tramar ataques contra Occidente.
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El asesor de seguridad nacional estadounidense Jake Sullivan declaró a CNN el fin de semana pasado que esa amenaza es algo “sobre lo cual estamos totalmente enfocados, con todas las herramientas disponibles”.