El presidente ruso Vladimir Putin declaró la victoria en la batalla por Mariúpol el jueves a pesar de que ordenó a sus tropas no arriesgarse a más pérdidas tomando por asalto una enorme planta siderúrgica que representa el último bastión ucraniano en esta ciudad portuaria.
En lugar de ello, ordenó a sus fuerzas aislar la planta de Azovstal “para que no pase ni una mosca”.
Las tropas rusas han bombardeado Mariúpol, una ciudad en el sureste ucraniano, desde los primeros días de la guerra. Aunque altos mandos han dicho que ha estado a punto de caer, las fuerzas ucranianas han resistido tenazmente en la ciudad que está prácticamente pulverizada.
Una resistencia feroz
En semanas recientes, miles de defensores —según cálculos de Rusia— se han atrincherado junto con cientos de civiles en el enorme complejo siderúrgico mientras las fuerzas de Putin bombardean el sitio incesantemente y exigen su rendición.
Pero el jueves, como lo ha hecho en otras ocasiones, el líder ruso pareció cambiar la narrativa y declaró la victoria sin tomar la planta de Azovstal, la cual abarca 11 kilómetros cuadrados (4 millas cuadradas) y tiene unos 24 kilómetros (15 millas) de túneles y búnkeres.
“El trabajo de combate para liberar Mariúpol es un éxito”, declaró Putin acompañado de su ministro de Defensa. “Felicidades”.
Ucrania no acepta la victoria rusa
Por su parte, Ucrania rechazó la idea de una victoria rusa.
“La situación significa lo siguiente: que no pueden capturar físicamente Azovstal. Ya han entendido esto. Están sufriendo enormes pérdidas aquí”, aseguró Oleksiy Arestovich, asesor del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy.
El ministro de Defensa de Rusia, Sergei Shoigu, dijo a Putin el jueves que el resto de la ciudad más allá de Azovstal ha sido “liberado”, el término que emplean las autoridades rusas para las zonas de Ucrania que han tomado.
La captura de Mariúpol representaría la mayor victoria del Kremlin hasta ahora en la guerra de Ucrania. Ayudaría a Moscú a asegurar una mayor parte de la costa, completar un puente terrestre entre Rusia y la península de Crimea, que Moscú se anexionó en 2014, y permitiría a Putin trasladar más fuerzas ahora que busca tomar el este, el corazón industrial de Ucrania.
Miles de personas aún sufren la ofensiva
El sufrimiento en la ciudad la ha convertido en un foco de interés global. Además, su caída privaría a Ucrania de un puerto vital y liberaría tropas para movilizarlas a otras zonas del Donbás.
Las declaraciones de Putin y Shoigu parecían dirigidas a reflejar un cambio der estrategia en Mariúpol, donde hasta ahora los rusos se habían mostrado decididos a tomar cada centímetro de la ciudad. Pero no estaba claro qué supondría en la práctica.
Miles de personas siguen en la ciudad, que está prácticamente reducida a escombros tras casi dos meses de asedio. Se teme que unas 20.000 personas han muerto en ese periodo.
Buscan evacuar más civiles
La viceprimera ministra de Ucrania, Iryna Vereshchuk, dijo que el jueves se haría otro intento de evacuar civiles de Mariúpol, aunque no estaba claro cómo afectarían las declaraciones de las autoridades rusas a esos planes.
En Kiev, el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, y la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, se sumaron a otros lideres europeos que han visitado la ciudad en muestra de apoyo. Se reunieron con el presidente Zelenskyy.
La policía de la región de Kiev dijo el jueves que se habían encontrado dos fosas comunes con nueve cuerpos en la ciudad de Borodianka, al noroeste de la capital ucraniana.
Según Andriy Nebytov, jefe de la policía regional, entre los “civiles asesinados por los ocupantes rusos” había dos mujeres y un adolescente. Las tumbas se descubrieron el miércoles.
Denuncian las atrocidades contra civiles
“Quiero destacar que esas personas son civiles. El ejército ruso disparó deliberadamente a civiles que no opusieron resistencia alguna y no suponían ninguna amenaza”, dijo Nebytov, quien agregó que algunas de las víctimas parecían haber sido torturadas.
El gobernador de Luhansk dijo que las fuerzas rusas controlan el 80% de su región, una de las dos que forman el Donbás. Antes de que Rusia invadiera el 24 de febrero, el gobierno de Kiev controlaba el 60% de la región de Luhansk.
El gobernador, Serhiy Haidai, dijo que tras tomar la pequeña ciudad de Kremennaya, las fuerzas rusas amenazan las ciudades de Rubizhne y Popasna. Instó a todos sus habitantes a evacuar de inmediato.
Los analistas han advertido que la ofensiva en el este podría convertirse en una guerra de desgaste, ya que Rusia se enfrenta a las tropas ucranianas más experimentadas y curtidas en batalla, que llevan ocho años combatiendo a separatistas prorrusos en el Donbás.
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Mientras, naciones occidentales siguen apoyando a Ucrania con armas. El presidente estadounidense Joe Biden anunció ayuda adicional militar por 800 millones de dólares, incluyendo artillería pesada, 144.000 rondas de municiones y drones.
Biden también advirtió que los 13.600 millones de dólares aprobados el mes pasado por el Congreso estadounidense para ayuda militar y humanitaria “casi se agotan” y se van a necesitar más recursos.
En total, se calcula que más de 100.000 personas estaban atrapadas con poca o ninguna comida, agua, calefacción o medicinas en Mariúpol, que antes de la guerra tenía una población de unas 430.000 personas.
La ciudad ha captado la atención mundial como escenario de algunos de los peores sufrimientos de la guerra, incluidos bombardeos contra un hospital de maternidad y un teatro.