En Ecuador la salud mental es una deuda pendiente. En el servicio de salud y en los centros educativos públicos faltan psicólogos y psiquiatras que puedan atender la demanda de personas que necesitan atención.
Al no ser visible externamente, el dolor emocional es menospreciado, y quienes están sufriendo en muchas ocasiones lo ocultan por el temor a ser juzgados; sin saber que ignorarlo puede traer consecuencias devastadoras, como el suicidio.
Ser capaces de detectar quiénes y en dónde necesitan esta ayuda debería ser una prioridad del Estado y a la par garantizar el acceso a servicios de calidad.