Patrullajes en grupo y alerta máxima son algunos de los cambios en la estrategia de la Policía Nacional ante los últimos hechos violentos. A la par, las unidades de policía comunitaria y otras dependencias optaron por atrincherarse.
La Policía Nacional se ha convertido en un blanco vulnerable ante el crimen organizado, por ello las fachadas de los retenes cambiaron en los últimos días. Algunas de las entradas y ventanas de los edificios policiales están cubiertas con sacos llenos de tierra o arena; cercadas con vallas metálicas, sus puertas permanecen cerradas con cadenas y candados, incluso llantas o patrullas impiden el paso al lugar.
Además, con armas largas los uniformados vigilan los exteriores de los retenes, que están en alerta máxima.
Medidas que se aplican tras los múltiples atentados a miembros de la Policía Nacional. En menos de un mes asesinaron a cinco policías, cuatro de ellos mientras realizaban patrullajes de rutina. Y el pasado 16 de octubre, tras una semana de agonía, la policía Verónica Songor falleció luego de haber recibido múltiples impactos de bala en un ataque a UPC de Nueva Prosperina donde laboraba.
Según datos del Ministerio del Interior, del 1 al 8 de noviembre se registraron más de una doce de ataques a retenes policiales en todo el país.
El comandante de Policía de la Zona 8, Víctor Zárate, confirmó que la estrategia de la institución tuvo que cambiar ante la coyuntura. Los patrullajes cuenta con más servidores policiales que se movilizan tanto en motos como en vehículos.
Las medidas de seguridad en los cuarteles continuarán mientras se pone en marcha el plan estructural para poder esteblecer cuarteles intermedios y con mayor seguridad para el personal, ofrecidos por el Gobierno.
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