Quien ha podido ser testigo de alguna festividad indígena, sabrá reconocer su particular sonido.
Va a la cabeza de las comparsas, impone el ritmo y define cuando comienza y termina la celebración.
Al igual que sucede con otros instrumentos ancestrales, ya no hay muchos intérpretes y constructores de esta pequeña flauta.
Sin embargo, los que quedan, como Rosalino Bautista están empeñados en que nadie olvide al pingullo.