El pecho hundido, una condición que va más allá de una malformación física

Esta condición no es tan rara como parece, pero para quienes viven con ella, es un peso que va más allá de lo físico. La realidad es que afecta la autoestima y que limita muchas actividades cotidianas. Hay niños que nacen con esta condición, más común en los varones; en otros casos no hay signos de ella hasta la pubertad, una edad en la que las inseguridades se van haciendo presentes. 

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La ciencia lo ha llamado pectus, una condición médica en la que hay una deformación visible de la pared torácica. Las personas que tienen esta malformación pueden experimentar dificultades respiratorias, fatiga excesiva y, en algunos casos, problemas cardíacos debido a la compresión del corazón o los pulmones. Sin embargo, lo más desafiante no siempre es lo que se ve, sino lo que ocurre en el interior: el impacto emocional de una condición que afecta la autopercepción y la confianza.

Existen tratamientos quirúrgicos y no quirúrgicos para corregir esta malformación; la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó el uso de ventosas para elevar el esternón hundido en pacientes jóvenes. También existen procedimientos mínimamente invasivos, haciendo pequeñas incisiones a cada lado del pecho. O la técnica de Ravitch, un antiguo procedimiento que implica una incisión más grande en el centro del pecho.

Más allá de las soluciones físicas, el apoyo emocional, hablar abiertamente sobre esta condición, visibilizarla y eliminar los tabúes es un paso importante para que quienes la padecen no se sientan marginados.

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