Por Jan Martínez Ahrens Sonia Corona
La secretaria de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena, tuvo que lidiar la tarde del pasado 5 de abril con la peor crisis diplomática sufrida por México en décadas. Ese día, la policía ecuatoriana asaltó la Embajada de México en Quito y se llevó a la fuerza al exvicepresidente Jorge Glas, perseguido por la justicia local y a quien el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador acababa de conceder el asilo político. Un mes después de aquel golpe, el pulso entre ambos países se dirime en la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya.
“No somos iguales, nosotros jamás vamos a violar el derecho internacional”, explica Bárcena en el piso 22 de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Es jueves y está sentada en una sala repleta de cuadros abstractos y desde la que se divisa, bajo un fondo de nubes a punto de estallar, el horizonte de la Ciudad de México. A sus 72 años, Bárcena, conocida por su trayectoria progresista, responde a las preguntas con la seguridad de quien ha navegado durante años por aguas internacionales (en 2006 fue nombrada jefa de gabinete del entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, y posteriormente dirigió la Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Durante una hora, repasará los grandes retos de la diplomacia mexicana, desde la inmigración, las drogas y las armas hasta la DEA y las relaciones con España.
Pregunta. ¿Ve alguna posibilidad de que el conflicto con Ecuador se rebaje en el corto plazo?
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Respuesta. México no puede aceptar la violación de la inmunidad de su recinto diplomático; eso es un absoluto, algo que rompe las convenciones internacionales y que no puede volver a suceder. Por ello hemos acudido a la Corte de Justicia Internacional. Ecuador ha contestado con una contradenuncia, sostiene que no se puede dar asilo a alguien perseguido por delitos comunes. Pero ese no es el caso del exvicepresidente Jorge Glas, él es un político y está acusado de delitos políticos. El artículo cuarto de la Convención de Caracas permite otorgar el asilo si el país que lo concede considera que hay riesgo vital por persecución política.
P. Ecuador afirma que eso es una injerencia.
R. Glas llegó a nuestra embajada el 17 de diciembre y solicitó el asilo el 21 de diciembre. Nosotros no se lo otorgamos sin dialogar con Ecuador. No fue un acto unilateral de México; hablamos con las autoridades ecuatorianas, ellos mismos nos mandaron los expedientes legales para que pudiésemos analizar la petición. Los estudiamos y seguimos con el diálogo bilateral… todo el tiempo estuvimos en contacto con la ministra de Relaciones Exteriores de Ecuador, Gabriela Sommerfeld. Yo, directamente, el día 21 de marzo, mandé una delegación de alto nivel a dialogar con ellos. Considerábamos que si correspondía dar el asilo político, queríamos conversarlo y pedirles un salvoconducto, donde ellos podían incluir su derecho a solicitar la extradición. Dijeron que lo evaluarían y que iban a ver si el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, hablaba con el presidente López Obrador.
P. ¿Entonces qué pasó?
R. Todo se desata tras una conferencia mañanera del presidente López Obrador, en la que hizo un análisis sobre la violencia en los procesos electorales en América Latina y puso como ejemplo Ecuador, donde el aspirante puntero perdió tras el asesinato de un candidato. Ecuador se enojó y el jueves 4 de abril declaró a nuestra embajadora persona non grata. Entonces decidimos dar el asilo político a Glas y enviar un avión de las Fuerzas Armadas a recoger a la embajadora, para ello pedimos permiso de sobrevuelo. Nosotros íbamos a sacar a la embajadora; Jorge Glas se iba a quedar en la embajada.
P. ¿Llegaron a pensar que Ecuador podía responder con un asalto a la embajada tras la concesión del asilo?
R. Durante semanas, la embajada estuvo asediada. La policía seguía a la embajadora, a los funcionarios, pensaban que íbamos a sacar a Jorge Glas en una cajuela. Algo que no íbamos a hacer jamás. Nunca. Es ridículo pensar que íbamos a actuar contra el derecho internacional. Creemos en el derecho internacional, de lo contrario no estaríamos ahora en la Corte de La Haya. No somos iguales, nosotros no vamos a violar el derecho internacional.
P. ¿Y por qué fue Ecuador tan lejos?
R. Francamente, calcularon mal y mostraron mucha inexperiencia. Pero no tengo ni idea de por qué lo hicieron. Ni en los peores momentos de las dictaduras latinoamericanas sucedió algo así. Ni Pinochet ni Videla. Ningún dictador…
P. Posiblemente, la concesión de asilo fue entendida por Ecuador como un acto de provocación.
R. Muy mal hecho. Primero porque veníamos dialogado con ellos, y segundo, porque no hay equivalencia ninguna entre conceder un asilo y asaltar una embajada. ¿Qué sigue ahora? Pues que la Corte de La Haya tome una decisión muy clara respecto a la violación de un recinto diplomático. Si no lo hace, se crearía un precedente enormemente grave. Es más, pensamos que la denuncia de Ecuador debería ser inadmitida. Si Ecuador estaba tan molesto de que otorgáramos a Jorge Glas acogida en la embajada, ¿por qué no fueron a la Corte en ese momento? Hace cuatro meses pudieron haberlo hecho… Así no se juega en el mundo internacional. Violaron un recinto diplomático, pegaron físicamente a un funcionario, lo apuntaron con un arma, se llevaron a la fuerza a una persona a la que se estaba otorgando asilo… Así no hay diálogo posible.
P. Entonces ni a corto ni a medio plazo hay visos de desescalada. Se queda todo igual.
R. Si nos dan el salvoconducto y nos entregan a Jorge Glas, podemos empezar. La otra, que nos faciliten acceso consular. Él es asilado político nuestro y está enfermo en la cárcel y bajo unas condiciones bastante malas.
P. Volviendo a los hechos, ¿cómo se enteró usted del asalto? ¿Cómo fue la vivencia?
R. Fue terrible, espantosa. Cuando en la tarde el viernes 5 de abril empezó el asalto, me avisó inmediatamente por teléfono la embajadora, que no estaba en el edificio. Empezamos a ver imágenes de lo que estaba ocurriendo fuera y luego pudimos observar lo que pasó dentro. Fue brutal, con la policía ecuatoriana fuertemente armada y escalando las paredes… ¿Pero qué se esperaban encontrar?
P. ¿Cuál fue la reacción del presidente?
R. Muy preocupado, muy molesto. Le consulté sobre romper relaciones diplomáticas y lo hicimos inmediatamente.
P. ¿Cómo juzga la reacción internacional al asalto?
R. Muy importante. Hubo un gran consenso de toda la comunidad internacional sobre la gravedad de los hechos ocurridos y el enorme agravio que sufrió la Embajada de México. Todo el mundo lo vio así.
*Artículo publicado el 5 de mayo de 2024 en El País, de PRISA MEDIA. Lea el contenido completo aquí. Teleamazonas reproduce este contenido con autorización de PRISA MEDIA.
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