Lenny Kravitz es un hombre de extremos, como admite sin reparos.
“Soy sumamente bifronte: blanco y negro, judío y cristiano, Manhattan y Brooklynita”, escribe sobre sus primeros 25 años de vida en su nuevo libro de memorias “Let Love Rule”, publicado la semana pasado y titulado como su álbum debut de 1989.
“El libro es sobre cómo encontré mi voz y mi camino y cómo me tropecé con mi destino, sea cual sea”, dijo Kravitz a The Associated Press.
El libro de 270 páginas, escrito con David Ritz, explora su particular niñez y termina con Kravitz al borde del estrellato y profundamente enamorado de la actriz Lisa Bonet.
“Tuve tal infancia y experiencia creciendo. En eso quise enfocar mi tiempo”, expresó. “Así que paramos ahí y ya veremos si habrá un segundo libro en el futuro”.
No exagera sobre su niñez. Kravitz alternaba entre el entonces duro barrio de Bedford–Stuyvesant en Brooklyn y un edificio estiloso con querubines tallados en el Upper East Side de Manhattan. Comía paté de hígado sobre matzá (un pan plano tradicional de la comida judía) así como pescado frito empanizado con harina de maíz.
Los extremos continuaron a lo largo de su vida. Para su sexto cumpleaños, fue serenado por Duke Ellington y su banda en el famoso Rainbow Room. Años después, su casa era un Ford Pinto que alquilaba por 4,99 dólares al día.
“Los extremos realmente funcionan para mí. Los siento. Estoy cómodo viviendo en un auto o una caja o una carpa o un tráiler, y estoy cómodo viviendo en una mansión”, dijo. “Obviamente el intermedio también está bien conmigo, pero no lo siento de la misma manera, no me alimenta de la misma manera. Me gusta equilibrar extremos”.
Kravitz, de 56 años, le dedicó el libro a su madre, la actriz Roxie Roker, conocida por su papel de Helen Willis en “The Jeffersons” (“Los Jefferson”), donde era parte de la primera pareja interracial de la TV estadounidense. El productor Sy Kravitz, su padre y un exmilitar, era estricto con el joven Kravitz.
Padre e hijo chocaban frecuentemente, culminando en peleas que les cambiarían a ambos la vida. El joven Kravitz dijo que escribir sobre su papá fue sanador.
“Cualquier juicio que tenía comenzó a disolverse cuando lo vi con ojos frescos y el corazón abierto”, dijo. “Cualquiera de esos sentimientos duros que tenía desaparecieron y empecé de hecho a amar a mi padre de un modo distinto a cómo llegué a amarlo cuando estaba vivo”.
Kravitz luce y suena como un dios del rock, con un estilo austero de rock ‘n’ roll que le mereció premios Grammy cuatro años consecutivos, de 1999 a 2002.
Pero no teme mostrar un lado más tonto en el libro, como la primera — y última — vez que se emborrachó, que fue con una botella de vino Manischewitz, o cuando fue atrapado hurtando cinco casetes de KISS de una tienda. Incluso hay una escena loca en la que el joven Kravitz salva a una prostituta adolescente de un proxeneta y la oculta en su habitación.
Ritz, el coescritor, elogió al músico por haber sido tan aplicado durante los años que tomó completar el libro. Dijo que Kravitz estuvo abierto y dispuesto a explorar cualquier cosa.
“Es muy valiente. Lo que pasa con Lenny, artística y personalmente, es que es sólo un hombre de gran coraje”, dijo Ritz. Escribir juntos fue “como estar en un estudio improvisando”.
Las influencias musicales de Kravitz emergen como Prince, Michael Jackson, Earth Wind & Fire y David Bowie, quien lo inspiró a usar lentes de contacto de colores. El libro también explora la espiritualidad de Kravitz y su experiencia de ser renacido en Cristo.
Su primera banda fue Wave, “una mezcla de Gap Band, los Jackson, Rick James, Shalamar y Time”. Tenían máquinas de humo y efectos de sonido, un elaborado espectáculo de luces y 15 integrantes.
Entre otras decisiones de negocios interesantes: Kennedy Gordy, hijo del legendario productor Berry Gordy, le ofreció “Somebody’s Watching Me”, pero Kravitz declinó. El joven Gordy entonces grabó el éxito bajo el nombre de Rockwell.
En cuanto a romance, salió con la actriz Tisha Campbell de la serie “Martin” y conoció a su hoy exesposa, Bonet, en un concierto de New Edition. “Me gusta tu pelo”, le dijo Kravitz, quien en el libro admite que “fue un comentario flojo”.
El libro termina con su floreciente relación: “Ella era como mi versión femenina y, al verla, pude verme a mí mismo”.
Kravitz escribe que sus primeros 25 años fueron una misión para encontrar su verdadero ser. Rechazó contratos discográficos que lo encasillaban y hasta creó un álter ego — Romeo Blue — porque no se sentía lo suficientemente cool.
“Parte de este libro es sobre aceptarme a mí mismo como Lenny Kravitz, como este chico mitad negro, mitad judío que tuvo esta experiencia”, dijo. “Uno de los regalos maravillosos que uno puede darse en esta vida es aceptarse a uno mismo”.