Cuando la “prefecta de disciplina” de un colegio católico de elite en Cancún, México, llegaba a una clase para llevar a las niñas a confesión, el ambiente se tensaba. La mujer dirigía a las niñas a la capilla para que el director de la escuela, un legionario de Cristo, abusara sexualmente de ellas.
“Mientras unas leían la Biblia, violaban a las de enfrente, niñas desde 6 años a 8-9 años” recordó una de las víctimas de ese sacerdote, Ana Lucía Salazar, presentadora de televisión y madre de tres hijos.
“Después, nada fue igual, nada regresó a su lugar”, lamentó la mujer entre lágrimas en su casa de Ciudad de México.
La espantosa historia de Salazar, que fue corroborada por otras víctimas y la propia Legión de Cristo, ha abierto una nueva crisis de credibilidad para la otrora influyente orden, 10 años después de que el Vaticano interviniera la organización tras determinar que su fundador era un pederasta.
El caso ha confirmado que el problema de abusos en la Legión va más allá de su fundador. Y ha cuestionado la reforma dirigida por el Vaticano. El enviado papal supo del caso hace casi una década y rechazó castigar al sacerdote o a los superiores que conocían sus crímenes, muchos de los cuales siguen en puestos de poder y ejerciendo el sacerdocio.
Por otro lado, se dio a conocer una carta escrita por una niña de 10 años narra los abusos sexuales sufridos en un establecimiento educativo conducido por la orden de los Legionarios de Cristo. Aunque fue redactada en 1993, ha salido a la luz ahora y ahonda en los escándalos que rodean a la congregación fundada por Marcial Maciel.
«El padre nos empezó a tomar confianza y pensó que éramos muy tontas y que podía hacer lo quisiera con nosotras», se lee en esa misiva escrita por Biani López-Antúnez, cuando solo tenía 10 de edad, y que ha difundido AP. Ella fue una de las niñas que sufrió los abusos de Fernando Martínez, un sacerdote que también fue abusado por Maciel cuando era menor de edad, un círculo que se reprodujo durante décadas, envuelto en el silencio y la ocultación dentro del seno de la Iglesia católica.
La carta que ahora se conoce fue idea de una profesora de inglés del colegio Cumbres, donde se produjeron los delitos. Beatriz Sánchez, la maestra, notó que algo pasaba y una de las niñas mayores le contó: «Miss, cada vez el padre se lo está haciendo más fuerte a las más pequeñitas y ya no queremos que pase eso con ellas. Por favor, ayúdenos». Como las pequeñas no quisieron contar más, les instó a escribir la epístola.
En el texto, López-Antúnez cuenta cómo el sacerdote comenzó a besarlas y a ponerlas sobre sus piernas: «Cuando llegó a la boca nos preocupamos en serio».
En aquel entonces, la niña contó todo lo que ocurría a su madre, quien a su vez contactó con el superior de los legionarios. La autoridad eclesiástica fue a su casa, pidió su perdón y le rogó que guardara silencio a cambio de sacar a Martínez de Cancún al día siguiente.
Ahora la madre de esta pequeña, Irma Hassey, además de arrepentirse de haber aceptado el pacto de silencio, ha comprendido que la premura por sacar del centro escolar a Martínez se debía a que ya había otras denuncias contra él, y que la suya era la gota que colmaba el vaso.
El testimonio que se conoce ahora llega después de que la presentadora de televisión Ana Lucía Salazar relatara cómo fue abusada por los Legionarios de Cristo, cuando tenía solo ocho años de edad. La suya era otra de las denuncias que ya había contra Martínez.
Salazar era una de las compañeras de López-Antúnez y fue la primera mujer en México que se atrevió a denunciar públicamente.
Antes que ella sí hubo demandas de hombres víctimas de abusos sexuales, que representaban alrededor del 90 % de las denuncias documentadas, pero ninguna mujer se había atrevido a hacerlo.
Tras décadas de denuncias y de ocultamientos por parte de la jerarquía eclesiástica, una investigación interna de los Legionarios de Cristo, difundida el pasado diciembre, reconoció que 175 menores habían sido víctimas de abusos sexuales en el seno de la congregación, 60 de ellos a manos de su fundador, Marciel Macial.
Los delitos se cometieron desde la fundación de la orden, en 1941, y el informe señala a 33 sacerdotes, de los que 18 continúan en la orden, aunque 14 no tienen ministerio sacerdotal público y 4 lo tienen restringido y no pueden realizar servicio pastoral con menores de edad.
Fuente: AP/RT