Al aparecer con mascarilla por segunda vez durante una conferencia de prensa, el presidente de Brasil, Jair Bosonaro, dio carrete a una nueva oleada de críticas por su actitud ante el COVID-19, la enfermedad que el mandatario tachó de «histeria» y «fantasía».
Rodeado de su plana mayor, el jefe de Estado jugó con la mascarilla durante la rueda de prensa celebrada la víspera en Brasilia: empezó hablando a los periodistas con ella puesta, pero rápido se la quitó, se la colocó de nuevo, la apoyó en la mesa y hasta la dejó colgando de su oreja en varias ocasiones.
El posible uso impropio de este artículo sembró polémica, pues el propio ministerio de Sanidad de Brasil había recomendado que su utilización estaba destinada «para los pacientes, los enfermos, contactos domiciliares y profesionales de la salud».
En una aplicación móvil creada por el Ministerio para informar sobre el virus, la orientación es que «solo» se debe usar si se tiene «tos o estornudos».
A pesar de que más de una decena de estrechos colaboradores han dado positivo en la COVID-19, Bolsonaro anunció haber dado negativo en dos pruebas realizadas esta semana y la anterior.
En el acto, ninguno de los ministros presentes, todos con mascarilla, estaban infectados en ese momento, de acuerdo con las informaciones disponibles.
«Si estás saludable, use (la máscara) solamente si estás cuidando de una persona sospechosa de tener la infección del coronavirus», detalla el Gobierno en esa aplicación.
En una entrevista telefónica con Efe, el pediatra infectologista Renato Kfouri, presidente del Departamento de Inmunizaciones de la Sociedad Brasileña de Pediatría, reafirmó que «el uso de la máscara está restringida solo a quien tiene la enfermedad o quien presenta síntomas».
«También, por supuesto, al personal de la salud, que tienen una alta exposición» pero «no las personas saludables», concluyó Kfouri.
Para el politólogo Alberto Almeida, la puesta en escena tan criticada en las redes sociales «no fue puro marketing».
«La decisión del Gobierno fue la correcta, aunque las máscaras no fueran utilizadas de manera adecuada», agregó Almeida.
Desde un punto de la vista de la comunicación política y teniendo en cuenta la situación actual, «hubiera sido mucho peor ir sin ella» porque «hubieran sido mucho más criticados», cerró.
La controvertida rueda de prensa, de la que también participaron ocho ministros y el presidente de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), dio cancha para agravar el descontento ciudadano hacia el propio Bolsonaro sobre la propagación del virus de Whuan.
En los últimos días, las críticas se plasmaron en las salidas espontáneas de brasileños en los balcones y ventanas de las principales ciudades del país para golpear sartenes y cacerolas como símbolo de protesta.
Las redes sociales también se plagaron de comentarios como «el presidente y los ministros dieron una lección de cómo no usar la máscara» o «esa rueda de prensa es una broma de mal gusto».
Cuestionado por los periodistas, el presidente brasileño justificó el uso de la máscara diciendo que todos los allí presentes habían estado en contacto con varios ministros infectados.
El ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, matizó sus directrices sobre el uso de mascarillas y aclaró ahora que llevarlas en esa conferencia de prensa no era «nada fuera de lo normal dentro de lo que se planea para la salud».
En el gigante suramericano, donde viven casi 210 millones de personas, muchas de ellas en cuarentena voluntaria, hay unos 430 casos confirmados de infectados por el coronavirus y al menos cuatro fallecimientos, según el último balance de las autoridades. EFE