Las islas griegas han sido durante la crisis de coronavirus una especie de oasis. Mientras el virus sacudía el mundo entero, en el mar Egeo apenas se registraron infecciones. Ahora, sus habitantes esperan la llegada de los turistas con sentimientos encontrados.
Los necesitan, pero temen que con ellos llegue también el COVID-19.
Conscientes del peso del turismo para su economía – un 25% del total del PIB -, Grecia ha puesto en marcha un plan para que los viajeros estén y se sientan seguros hasta en la más recóndita de sus islas.
Muchas de éstas, que han superado casi tres meses de confinamiento y uno de desescalada sin haber registrado ni un solo caso, preparan su actividad comercial y turística para la llegada de visitantes nacionales y extranjeros.
En Amorgós, una isla de apenas 2.000 habitantes a la sombra de otras Cícladas como Mikonos o Santorini, joyas de la corona de la oferta turística griega, esperan con incertidumbre la llegada de turistas, uno de los pulmones económicos del lugar.
«Ahora la gente va por la calle sin mascarilla porque se siente segura, pero todo el mundo se ha equipado para el momento en que lleguen los turistas. Compran mascarillas, gel desinfectante, guantes, todo lo necesario, por precaución», explica Kyriakí Verikokaki, la única farmacéutica que hay en la capital, Katápola.
A pesar del miedo, la gente está esperando el turismo como agua de mayo. «Las islas dependen completamente del turismo. Sin él, no pueden sobrevivir más de un año», opina Verikokaki.