Los esfuerzos del gobierno por impedir un aumento en los contagios del coronavirus restringiendo el consumo de alcohol durante los Juegos Olímpicos de Tokio tropiezan con la indiferencia y la frustración de los residentes de la ciudad tras más de un año de pandemia y contradicciones.
La municipalidad de Tokio pidió a los bares y restaurantes de la capital que cierren a las ocho de la noche para impedir que la gente socialice y mantenga un contacto estrecho con desconocidos, pero el estado de emergencia decretado por las autoridades no frena a muchos. Los bebedores se instalan afuera de los locales y muchos bares de esta ciudad con una intensa vida nocturna se llenan de clientes desafiantes.
“Nadie se convence cuando (el gobierno) victimiza a quienes beben alcohol sin demostrar prueba científica decente alguna, mientras que al mismo tiempo sigue adelante con los juegos olímpicos”, expresó Mio Maruyama, empleada de 28 años del sector de bienes raíces, mientras conversaba con colegas en el barrio de Shinjuku.
Dijo que le interesaba ver los juegos, sobre todo deportes nuevos como el skateboarding, y al astro japonés de la NBA Rui Hachimura. “Pero cuando veo cómo los políticos juegan con esto”, manifestó. “no me dan muchas ganas de apoyar este evento”.
“No es que estemos violando las reglas por el simple hecho de cuestionar la inconsistencia entre las palabras y las acciones de los políticos”, declaró, aludiendo a una recepción de 40 personas organizada por el Comité Olímpico Internacional el domingo, a la que fueron el primer ministro y la gobernadora de Tokio. “Cuando ves esas cosas, bien podrías pensar que los rebeldes pueden tener razón”.
La recepción del COI se produjo en momentos en que el público tenía prohibido ir a fiestas e incluso asistir a los eventos olímpicos en Tokio. A muchos japoneses les molesta sobremanera ese contraste. Y no se están quedando en casa.
Alrededor de las nueve y media de la noche en Shinjuku, la terminal de trenes más transitada del mundo estaba llena de gente. Había menos personas que en épocas normales, pero abundaban las luces de neón en los barrios con bares y restaurantes que permanecían abiertos después de las ocho.
Había numerosos clientes en Las tiendas de comestibles y otros artículos que no cierran. Cerca de una de ellas, algunos individuos con bebidas en las manos conversaban con personal municipal que les pedía que se abstuviesen de beber y de reunirse al aire libre.
En una tranquila calle de Shinjuku, Naoto Suga tomó una lata de un licor con sabor a limón que un amigo le acababa de traer. Se sentaron en el cordón de la vereda, junto con una docena de personas que bebían en la calle.
“Venimos aquí todas las noches desde hace tres días”, dijo Suga, quien tiene 25 años y trabaja en una tienda cercana.
“No creo que los juegos olímpicos hayan creado esta situación. Ya antes de los juegos las medidas como el estado de emergencia no se cumplían a cabalidad y creo que esto está empeorando las cosas”, sostuvo. “La gente está acostumbrada al estado de emergencia, ya no se lo toma tan en serio”.
Suga, quien no se ha vacunado contra el COVID-19 todavía, lamenta la lentitud con que se está vacunando a la gente en Japón, sobre todo a los jóvenes. Solo el 22% de la población está inmunizada y, si bien todas las personas mayores de 12 años pueden recibir vacunas, los jóvenes están últimos en la lista.
“Para ser honesto, estoy a favor de que hagamos los juegos. Es mejor realizarlos que no hacerlo, dada la deuda contraída en las obras” para la justa, expresó. “Pero no hay un deporte en particular que me llame más la atención. Perdí el interés” en los juegos.