El doctor Daniel Rodríguez se levanta a diario con la misión de hacer un cupo para un nuevo enfermo con COVID-19 que llega a la unidad de pacientes críticos de su hospital, que ya está atiborrada con jóvenes que no quisieron vacunarse, situación que se repite en muchos de los hospitales de Chile.
Rodríguez —37 años, casado, dos hijos— es subjefe y jefe técnico de la Unidad de Paciente Crítico del Hospital de Urgencia Asistencia Pública, que desde la llegada de la pandemia a Chile amplió de 24 a 150 las camas con ventilador, usadas mayoritariamente por pacientes con COVID-19.
“En este minuto la gran mayoría no están vacunados”, explicó el viernes a The Associated Press, y a diferencia de los pacientes mayores que atendieron durante la primera ola de la pandemia el año pasado, hoy “son más jóvenes, el promedio (tiene) 30 o 40 años y sin vacuna la gran mayoría”. Sólo uno o dos tienen las dos dosis requeridas para desarrollar inmunidad frente al nuevo virus.
La situación del Hospital de Urgencia, que también recibe personas con otras patologías como politraumatismo o lesiones por terceros, se repite en la mayoría de los hospitales locales.
Chile vive la gran paradoja de ser el país latinoamericano que tiene el mayor porcentaje de inmunizados, pero cuyas unidades de pacientes críticos están atiborradas de enfermos graves sin vacunar. Cifras oficiales indican que el 72% de su población a vacunar ya recibió la primera dosis y el 54% la segunda.
Esta semana fue el turno de vacunación de los jóvenes entre 25 y 23 años.
El Hospital de Urgencia ha enfrentado varias crisis en años recientes, la última fue la enorme cantidad de heridos que recibían a diario –con balines, perdigones, golpes– producto de la represión policial que siguió a un estallido social contra la desigualdad en Chile, en octubre de 2019.
“La verdad que es que han sido dos años bien duros… Es todos los días venir y tratar de hacer lo mismo, tratar de hacer un cupo para un paciente nuevo todos los días, ver gente que se recupera, gente que lamentablemente no se recupera y fallece”, declaró el doctor Rodríguez. Esto “ha sido como lo más duro, no ves cuando va a terminar, hasta cuando tenemos que aguantar”, añadió.
Chile tiene un nivel de ocupación de camas de un 97% en el país y de un 99% en el gran Santiago, donde vive el 40% de los 19 millones de chilenos. Los nuevos contagiados de COVID-19 crecen en un promedio de 7.000 por día y de los cerca de 40.000 infectados de la última semana, unos 800 necesitarán hospitalizarse y un porcentaje de ellos requerirán un ventilador para respirar.
Los chilenos han bajado la guardia, las medidas de autocuidado ya no se respetan con el mismo rigor del año pasado porque, dice Rodríguez, la gente está cansada, “quiere retomar su vida, y eso es algo normal. También está el tema económico, hay gente que vive el día a día, entonces no puedo hacer un juicio moral y decir que deberían quedarse en su casa, porque eso sería lo ideal… pero ese es un escenario imposible”. Señaló que en la relajación de los chilenos “pudo haber influido que como país hayamos tenido un acceso tan rápido a las vacunas, que dan una luz de esperanza y la gente se aferra a esa esperanza y dice ya me vacuné, puedo volver a mi vida normal”.
La lucha incansable contra el COVID-19
Rodríguez dice que en ocasiones “tienes ganas de bajar los brazos y decir me voy a quedar en casa y no voy a ir a trabajar, pero siempre está ese sentimiento ’si no voy, al resto le va a faltar alguien, va a estar solo, el trabajo va a ser más duro, y eso a uno le da fuerzas siempre”.
Para él, el Hospital de Urgencia “tiene una mística distinta… me gusta venir acá, tenemos un grupo humano muy rico, la verdad es que no somos todos amigos, pero somos una gran familia. Yo estoy más tiempo acá que en mi casa”.
El médico intensivista Tomás Regueira, miembro del equipo de gestión clínica del Ministerio de Salud, al explicar la paradoja que vive Chile entre muchos vacunados y tantos pacientes graves sin inmunizar, dijo el viernes que “queda mucha población expuesta aún y la otra razón es que hay mucha gente que ha decidido no vacunarse”. En el país sudamericano la meta es inmunizar a 15 millones de personas y la vacuna usada en el 90% de la población, Sinovac, requiere de un mes y medio después de la primera inoculación para que realice su efecto inmunizador.