Apoyado contra su cama en un centro de detención de Kiev, el sargento ruso Nikolai Matveyev recuerda la emboscada que lo convirtió en uno de los primeros prisioneros de guerra durante la invasión rusa de Ucrania.
Mientras explica como pasó horas arrastrándose a través de bosques helados, herido, se apoya torpemente en su pierna izquierda, parcialmente amputada.
El hombre, de 36 años, cuenta su historia después de que las autoridades ucranianas autorizaran a la AFP el acceso incondicional a soldados rusos capturados en una cárcel de Kiev.
Matveyev se encontraba en una carretera de la región de Chernígov, en el norte de Ucrania, cuando su unidad fue atacada poco después del inicio de la ofensiva rusa el 24 de febrero. Su pierna quedó herida por la explosión de un obús.
«Me hirieron en la pierna en los primeros 10 o 15 segundos de combate. Cuando se calmó, todos los demás soldados del vehículo salieron corriendo y me pusieron un torniquete», cuenta.
«Después, empecé a arrastrarme para salir. Abajo, cerca de las ruedas del coche, me preparé para luchar, mientras el resto de la unidad avanzó», continúa.
Pero el hombre se desmayó por el dolor intenso. Cuando se despertó algunas horas después, estaba solo. Su vehículo se había marchado y su unidad seguía luchando a lo lejos.
«Cuando cayó la noche, la artillería comenzó a disparar. El día 25 de febrero, me arrastré por el bosque y por los campos. Llegué a una central eléctrica», relata.
Primero esperó que su unidad pasara a recogerlo, pero nadie llegó. «Toqué a la puerta, los guardias me jalaron al interior y me dieron agua antes de llamar sus superiores», prosigue.
«Regresar a casa»
Nikolai fue llevado a la policía para ser interrogado y luego al hospital, donde se le amputó la parte inferior de la pierna antes de trasladarlo 130 kilómetros más al sur, a Kiev.
Actualmente, mientras la guerra entra en su sexto mes, la perspectiva de ser liberado está aún lejos de concretizarse.
Tampoco ha sido parte de los intercambios de prisioneros, que se llevan a cabo entre Ucrania y Rusia. La última se produjo en junio, cuando 144 cautivos de cada bando fueron repatriados.
«Sería una alegría increíble ser intercambiado», señala el militar originario de Siberia. «Todo el mundo quiere regresar a casa», añade.
Lleva en la cárcel desde el 10 de marzo y comparte su celda con cuatro otros detenidos rusos. Un papel pegado en la puerta indica que son «prisioneros de guerra».
La celda cuenta con literas con marcos de acero y colchones muy finos alineados en las paredes. También hay un banco y una mesa de metal y madera.
A excepción de un panel de azulejos azules y la mesa verde, todo tiene un tono pálido y desvaído.
«Nos dan de comer, de beber y no nos ofenden», asegura Matveyev. La AFP no ha podido verificar si se expresaba libremente o bajo coacción.
Gracias a un viejo televisor que difunde canales ucranianos, «empezamos a entender el ucraniano», agrega Dorjo Dooulmayev, de 21 años, originario del Extremo Oriente ruso.
El joven fue capturado el 6 de junio en la región de Jersón, en el sur del país, y también espera ser intercambiado.
«Torturas y malos tratos»
Ucrania no ofrece el dato del número exacto de prisioneros rusos en su territorio, pero afirma haber tratado «miles» de casos.
Existen muchas instalaciones como la prisión donde se encuentra Matveyev, pero no fueron diseñadas originalmente para prisioneros de guerra.
La viceministra de Justicia ucraniana Olena Vyssotska, aseguró a la AFP que las autoridades hacían todo lo posible para separar los prisioneros rusos del resto de la población carcelaria, por razones de seguridad.
Sin embargo, algunos soldados se quejaron de haber sido tratados sin anestesia y de haber sido torturados con electricidad, afirmó un comité de investigación ruso, lanzado por Moscú para arrojar luz sobre las denuncias de sus prisioneros.
La Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, lamentó en julio los «informes estremecedores» sobre «la tortura y los malos tratos» de prisioneros de guerra por ambos bandos.
Y mientras Rusia exige primero el regreso de sus oficiales y fuerzas especiales, según Vyssotska, Nikolai aún espera que «un día», podrá «ser parte de un intercambio».
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Además, Gonzalo Plata deberá pagar una indemnización al taxista que resultó afectado en el accidente.
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