Byron, de habitante de calle a educador de calle; una segunda oportunidad

¡Para todos hay una segunda oportunidad! Byron tiene 22 años, estudia en una universidad de Quito y es técnico de abordaje en la Unidad Patronato Municipal San José. Pero antes fue él quien habitaba las calles capitalinas, esperando una mano amiga.

Muy pequeño, a los 7 años, fue empujado a las frías y duras calles quiteñas. La situación económica de su familia lo llevó a vender caramelos en busca de sustento.

Pero habitar en las calles no es fácil. No lo fue para él, y no lo es para más de 100 millones de personas en el mundo. Fueron esas circunstancias las que lo llevaron a conocer el alcohol a la corta edad de 12 años.

A los 14 años, se enganchó con las drogas e hizo de las calles su hogar. Pero, en palabras del escritor español Arturo Pérez Reverte, «a cada instante se pone a cero el contador, y el ser humano tiene un don maravilloso: la oportunidad de empezar e intentarlo de nuevo».

Lea también:

La mano amiga se extendió. Paúl Tuquerrés lo abordó y lo llevó a la “Casa de la Niñez”, hoy conocida como “Hogar de Paz”. Este centro trabaja en la erradicación del trabajo infantil, un problema que afecta al 8,6% de los menores en Ecuador, según datos de Unicef.

Byron retomó sus estudios, se desafió a sí mismo y se graduó como bachiller. Ingresó a la universidad y ahora trabaja en las mismas calles que un día lo refugiaron, para darle una oportunidad a quienes la necesitan.

En sus ojos hay empatía. Byron no tiene ningún recelo en acercarse a las personas que habitan las calles de Quito. Los conoce y ha estado en sus zapatos.

Hoy, su historia no solo es un testimonio de resiliencia y segundas oportunidades; es un llamado a la sociedad. Byron recuerda que, tras cada mirada perdida y cada mano extendida en las calles, hay una vida que aún puede transformarse. Él es la prueba viva de que, con un poco de amor y solidaridad, cada historia puede reescribirse.

También en Teleamazonas: