Este sonido tan peculiar, tan pertinente para las emotivas serenatas, que se escuchó en las radios y plazas, que se nutrió de muchas fuentes musicales.
Llegó a la Capital de distintos rincones del país para convertirse en un patrimonio de los ecuatorianos.
Hoy hacemos un recorrido por su época dorada, por los años en los que perdió protagonismo pero también por los esfuerzos para recurar la gran riqueza que se forjó entre cuerdas y acordes, de la mano de la guitarra quiteña.