Por Redacción Transmedia Digital |
Los ataques violentos se multiplican en diferentes puntos de Ecuador. Expertos en seguridad sostienen que se trata de una estrategia de grupos delictivos para sembrar miedo en la ciudadanía y convertirla en blanco fácil de delitos como extorsión.
El 30 de marzo de 2023, la imagen de un hombre con un chaleco explosivo en el cuerpo en las calles de Sauces 9, en Guayaquil, conmocionó a Ecuador. Era la primera vez que se registraba un hecho de ese alcance, en el contexto de un supuesto incumplimiento de un pago exigido por extorsionadores a un establecimiento. Agentes de la Unidad Antiexplosivos de la Policía desactivaron el artefacto.
Guayaquil ha sido escenario de atentados con explosivos en restaurantes, farmacias y locales comerciales. Esa es una forma de amedrentar a sus propietarios, forzados a realizar pagos mensuales a grupos que operan al margen de la Ley.
La violencia se repite en Quito
El 3 de septiembre del 2023 detonó una bomba molotov en un mercado de Carapungo. Días más tarde ocurrió lo mismo en un patio de autos en el norte de la capital de Ecuador. Los dos casos también son investigados por el presunto vínculo con extorsionadores, conocidos como ‘vacunadores’.
Hombres armados llegan a las puertas de locales para exigir el pago de ‘vacunas’ no solo en sectores populares de Guayaquil y Quito, sino también en ciudades como Santo Domingo, Esmeraldas, Portoviejo, Cuenca… En 2023 casos de extorsión aumentaron un 85%, según la Policía Nacional. Solo este año se han reportado 5 930 casos a escala nacional.
Un bus con pasajeros atacado
El ataque perpetrado contra un bus la madrugada del martes 26 de septiembre aterrorizó a pasajeros y moradores en Bastión Popular, norte de Guayaquil. Hombres armados asaltaron a los pasajeros y al conductor y luego prendieron fuego al vehículo. Se presume que lo hicieron porque la cooperativa de transporte se negó a una extorsión.
Para el catedrático y experto en seguridad Daniel Pontón, los delitos como el secuestro y la extorsión muestran que en Ecuador opera un tipo de organización criminal más prolífica, que busca satisfacer su esfera de poder. Todo ocurre, dice, frente a un Estado que “ha sido muy poco inteligente e incapaz de reaccionar oportunamente para cortar de raíz estos problemas”.
El teniente coronel Roberto Santamaría, jefe del Distrito Nueva Prosperina de la Policía en Guayaquil, reconoce que la gente tiene poca confianza en la estructura del Estado y en las acciones que este ha tomado para frenar el crimen. Para él, la falta de gobernanza y gobernabilidad hacen que “las extorsiones y el miedo sean la mejor arma que tiene el crimen organizado para asentarse”.
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Una receta que se repite
Para Pontón, el problema está en que la delincuencia busca que la gente “sucumba ante el miedo”. El académico explica que lo óptimo sería que la población reaccione con mecanismos que repelen a la delincuencia. Para ello, dice, se necesitan acciones conjuntas y que el Estado actúe con políticas públicas para dar un tratamiento distinto a las bandas, que vaya de acuerdo con la realidad actual.
Santamaría coincide en que el último año ha visto cómo los grupos delictivos “repiten una receta que da resultado”: atemorizar a las víctimas para que paguen una extorsión “a cambio de una supuesta seguridad”. Él sostiene que el delito también aumenta por la falta de denuncias de la ciudadanía.
En oficial señala que el delito de robo ha cambiado, en todas sus modalidades, por otros como la extorsión y el secuestro exprés, que afecta tanto a personas de clase media como a personas de clase media baja.
Una estructura criminal como ‘cooperativa’
Roberto Santamaría, jefe del Distrito Nueva Prosperina de la Policía en Guayaquil, sostiene que actualmente los grupos delictivos funcionan como una cooperativa, con jerarquías en diferentes niveles. Eso les ha permitido perfeccionar acciones y preservar la estructura para que los altos rangos no sean detenidos.
Según Santamaría, una de las formas de operar de esos grupos es reclutar a menores de edad para tareas operativas; por ejemplo, custodiar a los secuestrados, microtráfico de drogas, entre otras tareas. Según datos del Ministerio de Educación, este año al menos 35 000 niños abandonaron el sistema escolar en Ecuador.
Para Pontón y Santamaría, el reclutamiento de menores de edad en estos grupos es una de las razones por las que no se puede desarticular a las bandas, pues son ellos los que delinquen para que los responsables de planificar ataques y controlar las mafias no vayan detenidos. Y cuando son atrapados, son las mismas organizaciones quienes les provén de asistencia legal para salir de la cárcel.
El Jefe del Distrito Nueva Prosperina dice que en el entorno criminal hay una estructura que se encarga de administrar los recursos económicos y se convierte en prestamista de los grupos delictivos para la adquisición de armas, vehículos, colaboradores…
El Estado, principal responsable
Actualmente, decenas de negocios pagan una “vacuna” para que sus negocios no resulten afectados; lo cual hace que la economía de estos grupos sea más fuerte. La idea entonces sería disponer acciones que ataquen el bolsillo de estas economías ilícitas para que dejen de funcionar.
Daniel Pontón enfatiza que la responsabilidad recae en el Estado y todas sus instituciones, que debe, como tarea principal, generar estrategias de largo alcance para evitar que Ecuador se convierta en una sociedad fallida, con escenarios de violencia cada vez más sangrientos.
El especialista dice que en caso de no definir una estrategia integral de seguridad, el país corre el riesgo de que las organizaciones tomen control de todos los espacios y replieguen a las fuerzas policiales y militares a sus cuarteles.
Pontón dice que, de forma paralela, se debe fortalecer la organización comunitaria, denunciar delitos, utilizar mecanismos tecnológicos para no ser un blanco “tan fácil de la delincuencia”.
Roberto Santamaría recomienda pedir acompañamiento de la Policía Nacional en caso de retirar altas sumas de dinero, encargar los domicilios cuando realicen viajes largos, no transitar por zonas desoladas en la noche, no parar en caso de que algún vehículo intente interceptarlo en una vía, no permanecer estacionado en los vehículos a altas horas de la noche.
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