La inmigración es un tema secundario en la campaña electoral alemana de este año, pero ello no impide que el partido de extrema derecha más grande del país trate de explotarlo.
“Colonia, Kassel o Konstanz no pueden recibir a todo Kabul”, dice un cartel de Alternativa para Alemania, alusivo a las elecciones del 26 de septiembre. Se refería a una decisión del gobierno de recibir a miles de afganos que colaboraron con los soldados alemanes o con grupos de ayuda antes de que el Talibán tomase el poder en Afganistán.
Otro póster mostraba a una pareja de jubilados abrazándose en un muelle, con un cartel que decía: “Compartiremos nuestras pensiones, pero no con todo el mundo. La solidaridad tiene un límite”.
El partido estremeció la política alemana hace cuatro años, cuando quedó tercero en las elecciones parlamentarias tras condenar la decisión del gobierno de Angela Merkel del 2015 de permitir la llegada de cientos de miles de personas que le escapaban a la guerra y la pobreza.
“La elección del 2017 estuvo muy influenciada por las políticas hacia los refugiados y la inmigración”, manifestó Hendrik Rraeger, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Leipzig. “Fue la principal propuesta de Alternativa para Alemania. Esta vez, sin embargo, no figura entre los tres temas más importantes”.
Según encuestas, los principales temas son el cambio climático, el COVID-19, las jubilaciones y la economía.
En la elección habrá un cambio de guardia. Merkel, de la Unión Democrática Cristiana de centro-derecha, dará un paso al costado, a los 67 años y después de gobernar durante 16 años.
Las encuestas indican que a Alternativa para Alemania, conocida por sus siglas en alemán, AfD, podría costarle conservar el 12,6% del voto que obtuvo hace cuatro años. Los encuestadores, no obstante, dicen que a menudo la gente no admite que votará por ese partido.
De todos modos, AfD puede ser un dolor de cabeza para el partido que gane las elecciones, obligándolo a forjar una coalición más amplia y difícil de manejar para tener una mayoría.
A menos de dos semanas de la votación, las encuestas indican que el partido de Merkel está levemente por debajo de su aliado en la coalición de gobierno, los Social-Demócratas, de centro-izquierda. Esos y otros partidos descartaron sellar alianzas con AfD.
El crecimiento de AfD alarma a muchos, dados los antecedentes nazis de Alemania. El partido es vigilado de cerca por los servicios de inteligencia por sus vínculos con extremistas y dirigentes judíos lo acusaron de restar importancia a los crímenes de los nazis.
AfD se opone al uso obligatorio de tapabocas en las escuelas y a otras restricciones asociadas con el coronavirus, estima que el cambio climático no es causado por el hombre, tiene buenas relaciones con Rusia y quiere que Alemania se salga de la Unión Europea.
Armin Laschet, que lidera la UDC, asegura que su partido no se aliará con AfD. “Necesitamos a Europa más que nunca”, declaró en junio.
Tino Chrupalla, subdirector de AfD, no obstante, dice que será imposible marginar a su agrupación. “Tarde o temprano no habrá forma de ignorar a Alternativa para Alemania”, expresó el miércoles. “Seguramente (su ingreso a una coalición de gobierno) se dará primero en un parlamento estatal”.
En un esfuerzo por ampliar su base, AfD apoya a quienes se oponen a las medidas del gobierno para combatir el COVID-19, diciendo que el virus no representa una gran amenaza.
“Hay que tener más calma”, sostuvo Chrupalla, aludiendo al virus, que mató a casi 93.000 personas en Alemania. “Este virus probablemente no desaparezca nunca, como casi todos los virus. Tenemos que aprender a vivir con él”.