Siete meses después del último partido de Grand Slam, el Abierto de Estados Unidos exhibió un marco totalmente ajeno a lo habitual para el tenis profesional.
Bienvenidos a la burbuja de Nueva York, en la que retumba la música en los cambios de lado para tratar de preservar o fingir algo del ambiente en un torneo sin público debido a la pandemia de coronavirus.
Todo es “raro” y “futurista”, como lo describió el lunes Juan Ignacio Londero, al dar una conferencia de prensa en la plataforma Zoom.
El argentino dio cuenta 6-3, 6-3, 7-5 del ruso Evgeny Donskoy el lunes, dándose el gusto de ser el primer ganador del cuadro masculino. Poco después se explayó sobre las sensaciones peculiares de jugar en condiciones inusuales dentro y fuera de la cancha.
El US Open
“El ya estar en una burbuja es raro. No hay gente, sólo estamos los jugadores y la gente que trabaja”, dijo Londero, el número 62 del mundo que repite en la segunda ronda del certamen. “Todo es diferente. Es un torneo futurista. Hay 20 cámaras por cancha. Es raro hacer una entrevista por Zoom, es como una película del futuro”.
Muchos, pero muchos cambios. La presencia de jueces de línea se ha limitado a dos de las pistas; en las demás se depende del juez de silla y un sistema electrónico para cantar los piques. Los jugadores ya no dependen de los recogepelotas para recibir la toalla con la que se secan el sudor, tienen que caminar por ella.
Y el público no ruge porque no hay.
Jugar sin gente no fue problema alguno para Federico Coria, el otro argentino que salió airoso en la jornada.
En su debut de Grand Slam, el hermano menor de Guillermo, el subcampeón del Abierto de Francia en 2004, volteó un partido que tenía perdido.
De estar dos sets abajo y 4-0 en el tercero ante el taiwanés Jason Jung, el 103 del ranking emergió ganador con 2-6, 4-6, 6-4, 6-1, 2-0 y el abandono de su rival por culpa de calambres.
Las bajas de muchas figuras le permitieron a Coria, de 28 años, entrar directamente a su primer cuadro principal de un grande.
Sucede que su trajín en el circuito ha sido esencialmente en torneos challenger y futures. Jugar con público metido encima en la Cancha 14, como suele ser en Nueva York, hubiera sido una experiencia novedosa.
“No estoy acostumbrado a jugar con gente”, admitió.
Pero la suya fue una victoria que le hizo llorar, recompensa de una dura trayectoria que en 2018 recibió una suspensión de ocho meses por no informar de intentos de amaños de partidos.
“Esto es un sueño para mí”, dijo Coria. “Mi carrera fue difícil, siempre tuve que remar de abajo. “Hoy me tenía que dar una vida más, tuve la oportunidad y me pude soltar”.
A Coria le hubiera tocado medirse en segunda ronda con su compatriota Diego Schwartzman, quien noveno cabeza de serie era la máxima carta latinoamericana en Flushing Meadows. Cruelmente, los calambres conspiraron en su contra y cayó por primera vez en su estreno en un Grand Slam desde el Wimbledon de 2017.
Después de ganar los primeros dos sets, Schwartzman desperdició dos bolas de partido en el quinto y sucumbió 3-6, 4-6, 6-2, 6-1, 7-5 ante el británico Cameron Norrie.
Acto seguido, salió de la Cancha 5 y se enfiló al estadio Arthur Ashe, cuyo aforo para 23.771 aficionados es el más grande del tenis. Desencajado, se puso a ver el partido entre Alexander Zverev y Kevin Anderson. Resulta que todo cabeza de serie o ex campeones tienen a su disposición personal una de las caras suites del estadio.
“He jugado muy mal, pero no le voy a echar la culpa a la cuarentena”, dijo Schwartzman, refiriéndose a la falta de actividad en el circuito entre marzo y agosto por la pandemia.
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