Por Doménica Montaño
En Ecuador hay más de 43 000 personas desaparecidas y detrás de la mayoría también hay centenares de madres que no las dejan de buscar. Alexandra Córdova y Elizabeth Rodríguez son dos de ellas. Por años han sido los rostros de otras mujeres que ya no pueden celebrar fechas especiales como el Día de la Madre, mientras otras familias sí lo festejan.
De cabello claro y ojos grandes y negros, Alexandra Córdova es la mamá de David Romo Córdova. El joven desapareció el jueves 16 de mayo de 2013, hace casi 10 años, después de haber salido de la Universidad Central, donde estudiaba Comunicación Social.
A Alexandra se le quiebra la voz al recordar que se cumplen 10 años desde el último Día de la Madre que compartió con su hijo David. Recuerda que ese año festejaron desde el sábado. “Almorzamos con mi mami, con mi hermana, con mis hijos y festejamos. Nos fuimos incluso a La Ronda, donde pasamos momentos muy bonitos”.
El domingo fue igual de especial. “David me obsequió unas flores hermosas como siempre acostumbraba a entregarme y la pasamos muy hermoso con mi hijo, con mi otra hija, con mi madre”, dice Alexandra. Nunca se imaginó que no volvería a festejar con él nunca más.
Aunque duele, Alexandra dice que son precisamente esos momentos los que han quedado guardados en su corazón. “Cada uno de esos gestos, de esas sonrisas, de esas palabras de David continúan ahí y no nos resignamos a no saber dónde está”.
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David Romo fue visto por última vez cuando salió de la Universidad en dirección a su casa, en la Mitad del Mundo. Pero nunca llegó.
A las 22:22 de ese día fue la última vez que Alexandra escuchó la voz de su hijo. “Estoy en el bus yendo a casa, te llamo cuando esté cerca”, le dijo a una llamada telefónica. No era habitual que el joven hable tan bajo, así que su madre le preguntó por qué lo hacía así. “Me dijo que si hablaba más alto, lo bajaban del bus unas personas que aparentaban ser policías”, cuenta Córdova.
David colgó y nunca más supo de él. Ningún día ha vuelto a ser igual.
Actualmente hay dos investigaciones sobre el caso de David Romo, con dos fiscales diferentes. Ninguno ha podido determinar con certeza dónde está el joven o qué le pasó. Alexandra tiene algo claro: mientras tenga vida seguirá buscando a su hijo hasta encontrarlo.
“Nosotros guardamos esa esperanza de que él esté aquí”, dice. Pero mientras esperan hacen algo que David siempre decía: “que no necesitamos que un día sea especial para hacerlo especial; tenemos que vivir cada día con intensidad y valorar a cada personas. Eso es lo que con David, y ahora sin David, hacemos cada día”.
Elizabeth Rodríguez, 11 años sin ‘Juli’
Elizabeth Rodríguez, de cabello negro y ondulado, tez blanca y lentes que enmarcan sus ojos, nunca imaginó que viviría con tanto dolor. El 7 de julio de 2012, su hija Juliana Campoverde de 18 años salió de casa, en el sur de Quito, para ir a su trabajo, también en el sur. Pero nunca llegó. Casi 11 años después, Rodríguez no ha vuelto a ver a su hija, pero la busca con la esperanza de volver a tenerla entre sus brazos.
Desde que Juliana no llegó aquel día, Elizabeth tenía la sospecha de que Jonathan C., pastor de la iglesia evangélica a la que asistieron por alrededor de ocho años, estaba involucrado. En julio de 2019, Jonathan C. fue sentenciado a 25 años de prisión por el secuestro con resultado de muerte de Juliana. Pero hasta este 2023, ella sigue desaparecida.
En este Día de la Madre, Juliana tendría 29 años y, como cada año, probablemente le habría regalado flores a su mamá. Pero no está y Elizabeth solo puede decir que “el Estado me quitó el derecho como madre de abrazarle a mi hija; y también le quitaron el derecho a ella de volver a casa, de estar con la familia, de abrazarme a mí también”.
Al igual que cientos de madres de desaparecidos, Elizabeth Rodríguez dice que desde que su hija no está no ha tenido nada qué festejar. Ningún Día de la Madre, cumpleaños o Navidad ha vuelto a ser igual. Lo único que no cambia, dice Elizabeth, es el dolor. “El dolor de cada día, de recordarla a cada instante, en cada momento y la impotencia de no tener una justicia digna”.
Nada es igual
No tener a Juliana ha sido un fuerte golpe para la salud mental de Elizabeth. Desde que su hija no volvió a casa, esta madre cuenta que no hay ningún psicólogo ni medicina que calme el dolor, la ansiedad, la angustia y la depresión que ha tenido que pasar. «Y no es de a veces, es todos los días; toca resistir a esto que nos lastima el alma profundamente”.
Elizabeth Rodríguez tiene dos hijos más, pero el vacío de Juliana se mantiene. Con la voz entrecortada y casi quebrada, dice que es muy difícil porque sabe que tiene a sus otros hijos, pero “siento que algo me falta, parte de mi vida me falta”.
A veces, a Elizabeth le es difícil seguir adelante. No saber dónde está Juliana o qué le pasó es algo que la carcome cada día. Pero no se rinde y dice que seguirá buscando a su hija hasta el final de su vida, de ser necesario. Y así como ella no desmaya, no quiere que otras madres lo hagan.
“A pesar de que nos hayan quitado el derecho de abrazar a nuestros hijos, a nuestras hijas, yo lo que quisiera decirles es que continúen adelante”. La mujer pide que se denuncie, que no se desista, que la injusticia no apague a las madres y que, al contrario, alcen sus voces y le griten al mundo que sus hijos ya no están.
Al Estado, sostiene Elizabeth, hay que recordarle que “son nuestras vidas las que nos arrebataron, que estamos incompletas”. Mientras que a las familias que están completas les da un consejo: “que se abracen y amen a sus hijos; que los cuiden y los protejan siempre porque no hay nada más hermoso que Dios nos haya regalado. El amor de madre es lo más importante que podemos dar en este día”.
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