La instalación de un elevador no suele significar una zambullida de 2.000 años en la historia de una ciudad antigua. Pero en Jerusalén, los proyectos de construcción más sencillos se convierten en sitios arqueológicos.
Los arqueólogos de la Universidad Hebrea de Jerusalén dicen que han descubierto, entre otras antigüedades, una lujosa finca del siglo I con su propio baño ritual al iniciar un proyecto para facilitar el acceso de personas discapacitadas al Muro de los Lamentos.
Finca junto a templos bíblicos
La finca, a pocos pasos de donde se encontraban los templos judíos bíblicos, salió a la luz luego de años de excavaciones en el Barrio Judío de la Ciudad Vieja. Los arqueólogos estudian los artefactos y edificios antiguos antes de retirarlos para hacer lugar a las construcciones modernas.
El Muro de los Lamentos es el lugar de oración más sagrado de los judíos, y recibe a millones de feligreses y turistas cada año. Pero para llegar al sitio desde el Barrio Judío, es necesario descender 142 escalones o bien recorrer un largo camino junto a las murallas de la ciudad para llegar a una de las puertas.
En 2017, la empresa constructora Jewish Quarter Reconstruction and Development Company recibió la autorización para facilitar el descenso de 26 metros (85 pies). Se trata de una franja estrecha de terreno junto a la escalera en el borde oriental del Barrio Judío.
“El Muro de los Lamentos no es un privilegio, es elemental para un judío o para cualquier persona del mundo que quiera visitar este lugar santo”, dijo Herzl Ben Ari, CEO de la empresa. “Tiene que ser accesible a todos”.
Tesoros en la Jerusalén antigua
Pero tal como sucede con los proyectos de construcción en otras ciudades antiguas como Estambul, Roma, Atenas o Salónica, los hallazgos arqueológicos obligan a avanzar a paso sumamente lento.
“Este terreno donde se construirá el elevador permaneció intacto, lo que nos dio la oportunidad extraordinaria de excavar a través de todos los estratos, todas las capas de la Jerusalén antigua”, dijo el arqueólogo Michal Haber, de la Universidad Hebrea.
A cinco años de iniciado el emprendimiento, el trabajo arqueológico está cerca de su final, pero los elevadores solo empezarán a funcionar previsiblemente en 2025.
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