En comparación con otros países la pandemia del nuevo coronavirus en Cuba fue relativamente controlada: una rápida detección de los casos evitó el colapso del sistema de salud, hubo pocos contagios y baja mortalidad.
Pero tras el brindis de Año Nuevo los cubanos deberán enfrentar la incertidumbre del impacto de una reforma monetaria, cambiaria y salarial con consecuencias tan profundas que ni los expertos se animan a medirlas.
“Fue un año difícil”, dijo a The Associated Press Eder Manuel Tapia, un músico y actor de 32 años de una compañía de zanqueros de La Habana Vieja. “Fue algo inesperado. Íbamos con tremenda dinámica de trabajo, ¡paff. ¡Ya no se puede salir más!”.
Desde marzo, cuando se detectaron los primeros casos de COVID-19, se han confirmado más de 10.000 contagios y unos 200 muertos en la nación caribeña gracias a la detección temprana que incluyó la pesquisa casa por casa por parte de médicos y enfermeros y cierres dramáticos como un toque de queda en La Habana.
Tapia, como muchos, se recluyó en su casa a cuidar a su hija de siete años que tampoco pudo ir la escuela y sintió la escasez y la falta de ingresos.
“Me frustré mucho y me deprimí al 100%. Ésta era mi única fuente de ingreso”, comentó. Aunque su grupo ofrece un pequeño estipendio mensual, gran parte de su sueldo estaba compuesto por las propinas que le dejaban los turistas. Ahora espera que una paulatina reapertura le permita retomar su ritmo de vida.
Las largas colas para conseguir alimentos, el desabastecimiento de productos como aceite, detergente, leche o carne golpearon a las familias. Tapia recordó el día en que pasó más de cinco horas en una fila para conseguir unas libras de pollo.
La semana pasada, las autoridades reconocieron que el Producto Interno Bruto de la isla cayó un 11% en 2020, tres puntos más de los pronósticos de octubre de la Comisión Económica para América Latina (Cepal). De los cinco millones de turistas que se esperaban -motor financiero junto con las remesas y venta de servicios al extranjero- sólo llegaron un millón y en su mayoría antes de que se cerraran los vuelos comerciales debido al COVID-19.
Además, las sanciones impuestas por la administración del presidente Donald Trump se endurecieron. Cuba reportó una pérdida anual récord de 5.500 millones de dólares debido a las restricciones, según un documento oficial.
La estrategia del gobernante estadounidense buscaba asfixiar la economía de la isla presionando un cambio de modelo político, una política que se espera que se suavice con el mandatario electo Joe Biden, aunque en general los analistas especulan que será un proceso lento.
“La situación de la economía cubana en 2020 es muy grave”, consideró el economista cubano y profesor de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, en Colombia, Mauricio De Miranda. A la parálisis del turismo “que no está siendo compensada por otras fuentes alternativas”, se sumaron la caída del rendimiento de la agricultura y el freno de las remesas, explicó.
“Por otra parte, el gobierno sigue dilatando la adopción de reformas estructurales en la autorización de la apertura y funcionamiento de microempresas, pequeñas y medianas empresas privadas y cooperativas”, agregó De Miranda.
En septiembre, el presidente Miguel Díaz-Canel reconoció la necesidad de permitir este tipo de compañías y ampliar las licencias para ejercer oficios de manera autónoma, aunque aún no se dijo nada sobre profesionales como ingenieros, abogados o arquitectos que siguen sin poder desempeñarse libremente. Estos mecanismos son capaces de generar empleo en medio de un proceso de reforma monetaria como el que se avecina, que dejará excedente estatal de mano de obra.
Lo que los cubanos dieron en llamar la “actualización del modelo” -que comenzó bajo la presidencia de Raúl Castro hace una década- es en realidad el reconocimiento de la propiedad privada y las posibilidades de una economía mixta para sacar adelante al país.
“Al tenor con el ascenso de una economía mixta y con mayor presencia del mercado, la proliferación de actores políticos pone en solfa el tradicional monopolio ideo-político del Estado en este modelo de socialismo”, explicó el ensayista cubano Mario Valdés Navia.
Inusuales manifestaciones por los derechos de los animales, grupos feministas demandando que se clarifiquen las cifras de feminicidios y artistas plásticos haciendo plantones ante el Ministerio de Cultura se hicieron sentir este año.
Todos tuvieron reflejo en las redes sociales, una práctica todavía incipiente en Cuba donde internet es caro y limitado. Mientras, las autoridades oscilaron entre reconocer las demandas de algunos y denunciaron intentos de usar la red de redes para desprestigiar a la revolución por parte de grupos de interés en Estados Unidos.
Pero es imposible para cualquiera en la isla soslayar que la primera incertidumbre de 2021 está relacionada con el inicio de la reforma financiera.
El 1 de enero los cubanos amanecerán con una sola moneda, el peso cubano, a un tipo de cambio de 24 unidades por un dólar. El peso convertible o CUC, que equivalía al valor del dólar, desaparecerá.
La doble circulación monetaria fue impuesta en los años noventa para paliar la crisis luego de la caída de la Unión Soviética y terminó por enredar la economía de la isla con varios tipos de cambio -diferentes para personas naturales, empresas importadoras o productoras- y hacer de sus cuentas nacionales un misterio.
“La intención es provocar cambios reales… en las variables económicas”, explicó a AP el economista cubano Pavel Vidal, profesor de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali. “Se buscará una devaluación real de la moneda nacional que estimule a los exportadores, la sustitución de importaciones, los encadenamientos productivos dentro del mercado doméstico, el crecimiento de los salarios reales y el cierre paulatino de empresas estatales irrentables”.
A fin de evitar la pérdida de poder adquisitivo por efecto de la inflación -ya que aumentarán los precios de los alimentos y las tarifas- se incrementarán los salarios cinco veces para que los ciudadanos de Cuba vivan de su trabajo y no de los subsidios.
Se espera además la paulatina eliminación de beneficios universales e indiscriminados -desde la alimentación y la energía eléctrica hasta el entretenimiento y el transporte-, una de las características más destacadas del modelo socialista cubano que suele ser tan defendido por su rol en los sectores más vulnerables, como criticado por desestimular la productividad haciendo la vida cómoda a los desempleados voluntarios. Las autoridades reiteraron varias veces que nadie quedará desamparado.
“No son medidas anti-socialistas ‘per se’, pero sí ponen fin al igualitarismo en la distribución y añaden un alto grado de incertidumbre que traerá cambios significativos en la vida social y política”, dijo el ensayista Valdés Navia. “Indudablemente, creo que 2021 será un año para recordar”.