La cumbre del clima de Naciones Unidas de este año, la COP26, renueva una pregunta urgente para la comunidad internacional: ¿Puede el mundo unirse para enfrentar el enemigo común del calentamiento global antes de que sea demasiado tarde?
Las conversaciones que comienzan el domingo en Escocia siempre han estado rodeadas de un halo de tensión, pero la pandemia del coronavirus y la consecuente crisis económica, y la reciente crisis energética han puesto más presión si cabe sobre la reunión de dos semanas.
A continuación, los cinco aspectos más importantes que deberán abordarse en Glasgow:
Los países ricos están en deuda con los pobres
La promesa de los países ricos de movilizar 100.000 millones de dólares anuales para que los pobres hagan frente al cambio climático probablemente se incumplió en 2020. Las estimaciones de 2019 muestran que apenas se alcanzaron los 80.000 millones.
El fracaso a la hora de cumplir el compromiso alcanzado en 2009 ha provocado una profunda ira y desconfianza entre las naciones pobres, y algunas amenazaron con bloquear cualquier acuerdo hasta que se les proporcionen los fondos.
No hay una fórmula establecida para determinar cuánto dinero debe aportar cada país a la cifra total, ni cómo. Pero el Instituto de Recursos Mundiales, con sede en Washington, calculó que solo un puñado de naciones ricas, incluyendo Francia, Japón, Noruega, Alemania y Suecia habían realizado una contribución justa. Estados Unidos, Australia y Canadá se quedaron bastante cortos.
Una solución propuesta esta semana es se abonen los 100.000 millones de dólares por año entre 2021 y 2025, y que el déficit previo se compense con pagos más altos más adelante.
Los países en desarrollo emplearán la COP26 para presionar para que la mitad del dinero se destine a proyectos para la adaptación al cambio climático. En la actualidad, la mayor parte del financiamiento se destina a la reducción de las emisiones.
Las naciones pobres insisten también en que es el momento de discutir quién pagará por el datos a los hábitats y modos de vida causados por el aumento del nivel del mar, la creciente desertización y el clima extremo.
“Nuestra gente está sufriendo de diversas formas como resultado de una crisis en cuya creación no tuvieron apenas parte”, dijo Sonam P. Wangdi, de Bután, que presidente el grupo de Países Menos Desarrollados para la cumbre.
Comercio de CO2
Entre los asuntos que quedaron sin resolver en la cumbre de París de 2015 están las normas para el comercio internacional de derechos de emisión de dióxido de carbono, que está considerado un instrumento clave para aprovechar las fuerzas del mercado en la lucha contra el calentamiento global.ADVERTISEMENT
Los negociadores no pudieron cerrar tampoco este aspecto del reglamento de París en Madrid hace dos años. Glasgow brindará una nueva oportunidad. De un lado estarán los países que quieren normas más estrictas para evitar que bonos de emisión de CO2 inútiles inunden el mercado. Del otro, los países en vías de desarrollo que insisten en que los certificados acumulados en acuerdos previos deben respetarse.
Estas normas son cruciales porque para que muchas naciones y empresas alcancen emisiones “netas cero” a mitad de siglo, la contaminación tendrá que compensarse capturando una cantidad igual de dióxido de carbono en otra parte, como en bosques o por medios tecnológicos.
Establecer un verdadero mercado internacional de estos bonos presenta también una oportunidad para recaudar dinero a través de tasas de transacción, pero queda por resolver quién las gestionará o cómo.
Garantizar la transparencia, comprometerse con nuevos objetivos
La transparencia es un elemento clave de las conversaciones, porque la naturaleza voluntaria del Acuerdo del Clima de París supone que los países observan de cerca el progreso de los demás antes de elevar sus objetivos.
Otro de los debates gira en torno al marco temporal para reportar nuevos objetivos de reducción de la contaminación. Los acuerdos actuales exigen que los países desarrollados establezcan nuevas metas cada cinco años, pero algunos participantes quieren cambiarlos a compromisos anuales, al menos hasta que el mundo esté en el camino de cumplir con los objetivos de París.
Metano
El metano, el principal componente del gas natural y subproducto de algunas actividades agrícolas, ha sido ignorado en negociaciones previas.
Como gas de efecto invernadero, es unas 20 veces más potente que el dióxido de carbono, pero permanece en el aire solo una década. Reducir sus emisiones arreglando las filtraciones en gaseoductos y limitando la quema en perforaciones podría suponer una mejora pequeña pero notable.
El mundo no puede solucionar el problema climático sin reducir las emisiones de metano, dijo Kelly Levin, responsable de ciencia, datos y cambio de sistemas en Bezos Earth Fund.
El compromiso del 45%
Una propuesta de compromiso para reducir las emisiones en un 45% para 2030, frente a los niveles de 2010, no es tanto un punto de negociación como un objetivo establecido por la ONU para que la cumbre se considere un éxito. Ahora, las emisiones van al alza, no a la baja.
Reducir las emisiones a la mitad en la próxima década está considerado un paso clave en el camino hacia la neutralidad en 2050, que según los científicos en la única vía para alcanzar el objetivo del acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius (2,7 Fahrenheit) para el final del siglo.
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