El mundo de la música es una de las esferas más golpeadas por la crisis mundial causada a raíz de la pandemia de COVID-19.
La venerable banda funk de Nueva Orleans, Galactic, compró el club musical histórico Tipitina’s a finales de de 2018 y de acuerdo con el bajista Robert Mercurio, les estaba yendo muy bien.
“Es un negocio con un margen estrecho de ganancia, pero estábamos pagando nuestras cuentas y cosas por el estilo. Así que estaba avanzando en una buena dirección”, dijo.
Eso era antes de que la pandemia de coronavirus impidiera que se hicieran reuniones públicas.
La última vez que Tipitina’s estuvo a reventar fue el 12 de marzo con una presentación de Stooges Brass Band. Ahora Mercurio teme que el COVID-19 pueda resultar fatal para Tipitina’s, un sitio emblemático de Nueva Orleans fundado en la década de 1970 que fue escenario del fallecido Henry Roeland Byrd, genio de los teclados del R&B conocido como Professor Longhair.
Para Mercurio es un problema con dos aristas. Su banda Galactic no tiene a dónde ir de gira y su negocio tiene un modelo operativo, agrupar a montones de personas frente a un escenario por horas, que no funciona en una pandemia.
“Es aterrador”, dijo. “Es extremadamente difícil ser un músico que no trabaja que a su vez es propietario de un club que está cerrado”.
Estos temores no están limitados a Nueva Orleans. Los clubs independientes de todo el país — desde íconos pop como el Troubadour en West Hollywood; Bluebird Cafe en Nashville, Tennessee; The Bitter End en el barrio Greenwich Village de Nueva York — están cerrados. Y los propietarios temen por el futuro de sus negocios y de un estilo de vida musical.
“No hay una cantidad de historia o de estatus legendario que te proteja”, dijo Audrey Fix, vocera de la Asociación Nacional de Foros Independientes (NIVA por sus siglas en inglés), que se formó cuando surgió la pandemia para crear conciencia sobre la situación y recaudar fondos para los clubs en problemas. Schaefer señaló el caso del emblemático club de jazz Birdland de Nueva York. “¿Te puedes imaginar tener el tipo de rentas que tienes en el centro de Manhattan sin contar con ingresos?”.
NIVA, que suma 2.800 miembros que representan foros, promotores y festivales, hizo cabildeo para que el Congreso apruebe lo que lo que la organización llama Ley para Salvar Nuestros Escenarios. El paquete de ayuda, dijo Schaefer, tiene apoyo de ambos partidos y estaba incluido en un plan de rescate de 2,2 billones de dólares aprobado este año en la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas, y en un paquete de ayuda más pequeño en el Senado, controlado por los republicanos. Pero sin una resolución inminente o diferencias en el paquete general entre las cámaras, no hay un final claro a la vista para los cierres por la pandemia.
“La renta es la renta y ese es el problema”, dijo Chris Cobb, propietario de Exit/In de Nashville. Cobb dijo que los costos fijos no han bajado en el foro que tiene casi 50 años de antigüedad, mientras que sus ingresos descendieron 94%. Los esfuerzos para recabar fondos, como aquellos emprendidos por la Alianza de Establecimientos Musicales de Nashville, y la posibilidad de más ayuda federal lo mantienen con esperanza de tener unos pocos meses más de vida.
Música en vivo a través de medios digitales e una opción
Algunos establecimientos han recurrido al streaming en vivo para ayudarse y crear trabajo para músicos que se han quedado sin empleo en la pandemia. The Maple Leaf Bar, una figura permanente del barrio de Carrollton en Nueva Orleans desde la década de 1970, comenzó recientemente una serie de conciertos por streaming titulados “The Viral Sessions” con Jon Cleary y su banda.
“Mantiene a los músicos empleados”, dijo el propietario Hank Staples. “Mantiene nuestra marca ahí afuera y con esto también hemos ganado el muy necesitado ingreso”.
Pero incluso con ese ingreso, restándole los gastos de montar las producciones, Staples no está seguro por cuánto tiempo puede mantener vivo a The Maple Leaf.
“Definitivamente podemos durar otro mes y medio o dos meses”, dijo Staples recientemente sentado en el pequeño escenario de Leaf, decorado con filas de pequeñas luces azules, discos de vinilo colgados de la pared y una fotografía impresa en cartón de James Booker, el excéntrico pianista prodigioso que se presentaba ahí regularmente hasta su muerte en 1983. “Pero necesitamos una forma de generar ingresos porque el dinero que he apartado se ha agotado bastante”.
Para algunos clubs ya es demasiado tarde. U Street Music Hall en Washington cerró definitivamente el 5 de octubre, dijo Schaefer.
Los propietarios del club dijeron en un mensaje publicado en internet que esperaban salvar el foro de una década de antigüedad. “Pero por la pandemia, los costos operativos acumulados que nunca cesaron, incluso cuando estábamos cerrados, y sin una fecha clara para cuándo podrán reabrir de manera segura los clubs como el nuestro, no tuvimos otra opción que tomar esta dolorosa decisión”.
Cobb teme que muchos cierres como este implicarían que se perdiera algo irrecuperable en su querida Nashville y en otras partes.
“Este es un ecosistema orgánico que apoya la música estadounidense”, dijo por teléfono. “Sin esta red independiente, la música estadounidense como la conocemos no existiría. Estos son foros donde surgieron las superestrellas, es donde pulieron su arte. Es donde construyen su fanaticada. Es donde se mejoran. Nadie llega a tocar en una arena sin pasar un tiempo de gira en los clubs”.
En Nueva York, el propietario de The Bitter End, Paul Rizzo, está de acuerdo. “Stephanie Germanotta, cuando tocaba en The Bitter End, todavía no era Lady Gaga”, dijo Rizzo. “Tuvo que tocar por un tiempo, debes tener experiencias para convertirte en algo de lo que eres capaz”.