Bethany Mayer no quería volver al trabajo luego de enterarse de que un compañero herrero insinuó que las mujeres nada tienen que estar haciendo ahí.
Jordyn Bieker, una aprendiz de chapista en Denver, dijo que se sintió incómoda cuando su capataz le hizo preguntas mordaces sobre ser gay.
Yunmy Carroll, una experimentada instaladora de calefacciones, señaló que un trabajador en una sesión de capacitación declaró que las mujeres que trabajan en la construcción son “prostitutas”.
Las tres compartieron sus historias en Zoom durante una reunión de Círculos Lean In para Trabajadoras Cualificadas (Lean In Circle for Tradeswomen), una de las 76 lanzadas a nivel nacional y en Canadá este año por la federación sindical de la industria de la construcción North America’s Building Trades Unions (NABTU) y por Lean In, el grupo en defensa de la mujer iniciado por la directora operativa de Facebook, Sheryl Sandberg.
Aproximadamente 700 trabajadoras cualificadas participan en el programa, diseñado para ayudarles a lidiar con los prejuicios y el acoso que persisten en los sitios de construcción, desde insinuaciones sexuales no deseadas hasta ser asignadas a tareas menores como el control del tráfico o la vigilancia de incendios.
Se trata de una cultura que los lideres de la industria están combatiendo con la esperanza de reclutar a más mujeres en un sector con una fuerza laboral envejecida que enfrenta una escasez crónica de trabajadores.
Con el aumento del gasto en infraestructura, las compañías constructoras necesitarán contratar al menos a 430.000 nuevos trabajadores cualificados en 2021, de acuerdo con un análisis de datos federales de Associated Builders and Contractors, una asociación de contratistas y empresas relacionadas con la construcción.
En este momento, apenas el 4% de la fuerza laboral en la construcción en Estados Unidos está conformada por mujeres, según la Oficina de Estadísticas Laborales.
“En realidad solamente estamos empleando a la mitad de nuestra fuerza laboral”, indicó Brian Turmail, vicepresidente de relaciones públicas de la asociación comercial Associated General Contractors of America, que también encabeza el desarrollo de la fuerza laboral. “Estamos batallando con escasez de trabajadores con una mano atada a nuestras espaldas”.
Esto sucede en un momento en que la pandemia de coronavirus ha causado estragos de manera desmesurada en empleos predominantemente ocupados por mujeres, como camareras y cajeras en restaurantes. Cerca de 2,5 millones de mujeres perdieron sus empleos o dejaron de buscar uno durante la pandemia.
Mientras tanto, gran parte de la industria de la construcción fue considerada esencial, lo que evitó despidos masivos. Para los defensores, es evidente que más mujeres deberían aspirar a trabajos en el sector, que inicia con aprendices con paga y puede llevar a empleos sindicalizados con salarios de clase media.
El salario medio para plomeros y electricistas, por ejemplo, ronda los 56.000 dólares anuales, y el 10% que mejor salario tiene gana 98.000 dólares al año. Pero apenas cerca del 2% de los plomeros y 3% de los electricistas del país son mujeres.
“Vemos esto todo el tiempo. Cuando los trabajos se pagan mejor, cuando los trabajos ofrecen más seguridad, cuando los trabajos ofrecen mejores prestaciones, por lo general son para hombres”, dijo Sandberg, que se alió con NABTU para ofrecer su programa Círculos Lean In a mujeres cualificadas después de reunirse con Judaline Cassidy, una plomera de Nueva York y lideresa sindical que había creado un Círculo Lean In Lean por su cuenta en 2017, y posteriormente discutir la idea con Liz Shuler, ahora presidenta de la federación sindical AFL-CIO.
Cassidy suele recordar cuando se le dijo que se fuera a su casa a lavar las vajillas cuando trató por primera vez de crear un sindicato hace más de dos décadas. Ahora, su hija, Carey Mercer, ha seguido sus pasos.
“Una siempre aprende algo diariamente. Siempre hay algún desafío con el que una podría enfrentarse en el que quizá requiera hacer uso analizarlo un poco y tomarse un segundo para evaluarlo”, dijo Mercer, una aprendiz de chapista.
La buena noticia es que los avances logrados de antemano por las mujeres parecen haberse mantenido firmes durante la pandemia, en contraste con crisis financiera mundial de hace una década que pegó duro a la industria.
El número de mujeres empleadas en la construcción había llegado a su máximo nivel de unas 950.000 en 2007 antes de desplomarse a 711.000 en 2011, durante la recesión, según la Oficina de Estadísticas Laborales. Tomó casi una década que sus números se recuperaran, llegando con el tiempo a nuevos máximos históricos de aproximadamente 970.000 previo a la pandemia.
Sin embargo, el desafío más duro es cambiar las actitudes culturales en el lugar del trabajo.
Kelly Kupcak, directora ejecutiva de la organización Mujeres Cualificadas de Oregon, relató que hace poco recibió una llamada de una aprendiz de plomero cuyo capataz, usando expresiones racistas, le dijo que no le importaba si era negra o hispana, sólo no le gustaba que fuera mujer. Eso ocurrió un año después de que Kupcak animó a los sindicatos y contratistas locales a lanzar una campaña antidiscriminatoria luego que otra aprendiz encontró una horca en un sitio en construcción.
Desdenes más sutiles también han pasado factura.
Mayer, la aprendiz de soldador del área de Cincinnati, estaba emocionada por su nuevo trabajo donde se levantarían las columnas para un recinto. Pero luego se enteró de que el compañero de trabajo dijo que las mujeres no debían ser herreras. Y fue asignada a la vigilancia de incendios por semanas.
“Ni siquiera quiero ir a trabajar mañana”, afirmó Mayer en su Círculo Lean, un grupo de seis mujeres que se reúnen por Zoom una vez al mes.