Por Eduardo Barba / El País
Hay muchas personas que prefieren no recurrir a las dos opciones más habituales para meter un árbol de Navidad en casa. Ambas pueden suponer un dilema para quienes están sensibilizados con el respeto y el cuidado de la naturaleza: el típico árbol de plástico o los abetos naturales que se venden ya cortados.
Si bien es cierto que también se compran una gran cantidad de árboles navideños cultivados en maceta, hay que tener en cuenta que muchos de ellos también mueren al término de estos días de festividad por la calefacción en el interior de las casas. Varias especies son las que se cultivan para estos cometidos, como la pícea común (Picea abies) o el abeto del Caúcaso (Abies nordmanniana).
Si no se quiere caer en esos tópicos, las alternativas son variadas, casi tantas como la inventiva de cada cual. Una muy accesible es la de cuidar de una planta que sirva para ese fin cuando llegue la Navidad. Gilberto Segovia y su familia cultivan en su casa madrileña un ficus benjamina (Ficus benjamina): “Hace más de veinte años que adquirí ese ficus. Para el puente de la Constitución lo adornaremos con espumillones, una estrella en la punta, algunas bolas, muñecos de nieve, elfos… Con nuestros hijos también hemos cogido piñas de ciprés (Cupressus sempervirens) y frutos de liquidámbar (Liquidambar styraciflua) que hemos pintado, y con eso también adornamos el árbol, aparte de con las luces, claro”, detalla Segovia.
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Entre marzo y octubre, esta familia cultiva su ficus en la terraza, para meterlo en el salón cuando llega el frío. Otro ficus, en este caso el famoso árbol del caucho (Ficus elastica), es el elegido por Aina Hernández, abogada mallorquina y amante de las plantas y de la literatura: “Voy a ponerle adornos a mi ficus, y ese será mi árbol de Navidad. Lo tengo en una maceta, dentro de casa. Le pondré bolas y lucecitas led”.
Otras plantas caseras se suman a la decoración navideña, como un pino (Pinus sp.) cultivado en maceta por Cris Montes. Esta profesora de Secundaria, una apasionada por las plantas desde pequeña gracias al ejemplo que le inculcaron su madre y su abuela, tiene su árbol particular: “Es un pino pequeño plantado en una maceta de barro gigante que tengo en el patio. En Navidad entra en casa para decorarlo con adornos y luces. Lo llevamos haciendo unos ocho años junto con mis sobrinos Guille y Nico. Elegí esa planta porque me recordaba a las pelis de Navidad, donde todo el mundo va a comprar su abeto. Pero así, yo puedo disfrutar del pino todo el año en el patio”, explica Montes.
Pero no solo hay hueco para plantas más o menos arbóreas, sino también para arbustos, como el romero (Salvia rosmarinus) de Verónica Pilonieta, una artista de Barcelona que ha elegido esta especie “para que se quede conmigo todo el año”, atestigua. Otros, como Jerónimo Román, cuida con esmero en su patio sevillano un árbol de Navidad de lo más especial: un cactus.
Ideas especiales
“Soy un chiflado de las plantas”, certifica Román, “mi abuela Carmen, como buena andaluza cuidadora de patios con plantas, me transmitió ese amor y chifladura, bendita ella”. La planta elegida por este chiflado para decorar en estas fiestas es ni más ni menos que un alfiler de Eva (Austrocylindropuntia subulata): “Así la llamaba mi abuela; hasta ha florecido alegremente. Le voy a poner su espumillón y su buena estrella coronándolo”, concluye Román.
Otras veces, la planta crece en la tierra del propio jardín, y, en vez de meterla en casa, se sacan todos los abalorios para engalanarla. Una vez más, las posibilidades son infinitas. Ana Jiménez ha elegido para ello unos magnolios (Magnolia grandiflora), que adorna por estas fechas; “los tengo plantados desde hace unos 23 años”, asegura. Alba Núñez, divulgadora sobre plantas y naturaleza, se decanta “por decorar algún arbustillo del jardín. Este año creo que decoraré una abelia (Abelia sp.)”.
En cambio, Ruth Sainz elige un abeto muy especial de su casa en Villalba (Madrid): “Tengo un Abies koreana ‘Silberlocke’ en la entrada de la casa. Realmente, nunca lo he decorado, le planto pequeñas plantitas debajo. Como tiene piñas azules, él ya solito se decora. Eso sí, le ponemos luces”.
Cristina Albalat, en Sant Quirze del Vallés (Barcelona), diseñadora de jardines sostenibles, aprovecha sus salidas al bosque con su hijo. “Vamos mirando para encontrar la rama que nos va a hacer de árbol de Navidad. En el suelo siempre hay ramas caídas, y escogemos una que sea bien ramificada y larga, del tamaño de una persona adulta. En casa la colocamos en un cesto con piedras, para que se sostenga, y a partir de ahí procedemos como con un abeto normal. Yo le digo a mi hijo que nuestro árbol es especial. Cuando acaba la Navidad, va a la pila del compost o a la chimenea”.
Más allá de la decoración
Albalat no es la única que inculca la sostenibilidad en el seno de su familia, también lo hace Marisa Culatto, artista canaria afincada en el Reino Unido: “Traemos a casa una gran rama seca del parque en el que vivimos, que tenga muchas ramificaciones, para colocarla con piedras en una maceta, donde la decoramos. Una vez que pasan las fiestas, la rama vuelve a la naturaleza, a continuar su proceso”, explica sobre esta manera de cerrar un ciclo respetuoso con el medio ambiente. Algo parecido hace Orlanda Varela, una psiquiatra gallega afincada en Madrid: “Elijo una rama sin hojas de espino albar, que meto en una damajuana, con los adornos colgando”. Su decoración da como resultado un elegante diseño minimalista, como un ikebana navideño.
Estos principios de sostenibilidad ambiental también los sigue la profesora de Inglés Virginia Romano, de San Sebastián, una aficionada a los arreglos florales: “Pongo ramas enormes en un jarrón también enorme, que adorno. Tienen que ser ramas largas y oblicuas, no rectas, para que las figuritas cuelguen. Me gustan mucho las de haya (Fagus sylvatica), que aquí caen mucho por los temporales”.
Mabel Piñeiro elabora en su apartamento vigués “un ramo con hojas de eucalipto decorativo (Eucalyptus gunnii) y paniculata (Gypsophila paniculata), del que cuelgo unas bolitas doradas”. Una composición muy equilibrada, sin duda. Francisco D. Curiel, aficionado a la botánica, compone en su casa de Pilas (Sevilla) otro arreglo floral: “Tomo varetas de ramas secas y de olivo (Olea europaea) que amasijo, dando una apariencia de arbolito. Aunque no es un árbol de porte, es un bonito detalle que colocamos en el zaguán, decorado con figurillas hechas a mano con arcilla”.
Para concluir este itinerario botánico navideño, siempre quedará la opción empleada por Manuel Ledesma, un biólogo que decidió no adquirir más árboles navideños en maceta: “Hace tres años, lo compré en un vivero, y pasó la primera Navidad algo estresado, pero sobrevivió dentro de casa. Pasadas las fiestas, lo saqué al patio y volvió a coger tono. Pero, cuando llegó el verano, encontró la muerte. Al desnudo, lo vi bello y elegante, así que lo salvé de la quema, y en Navidades decidí vestirlo de luces y colgarle unas bolas. Y ahí sigue, contando los días para dar alegría de nuevo”. Que así sea.
Artículo publicado el 25 de noviembre de 2023 en El País, de PRISA MEDIA. Lea aquí el contenido completo. Teleamazonas reproduce este contenido con autorización de PRISA MEDIA.